En su homilía de la Misa que presidió esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco exhortó a recorrer el camino de la humildad cristiana, la verdadera humildad que es andar en verdad, para que Dios nos dé la salvación.
"Ningún profeta es bien aceptado en su patria": la homilía del Papa comenzó con estas palabras de Jesús dirigidas a sus coterráneos, los habitantes de Nazaret, ante los cuales no pudo hacer milagros, porque "no tenían fe". Jesús les recuerda dos episodios bíblicos: el milagro de la curación de la lepra de Naamán el Sirio, en tiempos del profeta Eliseo, y el encuentro del profeta Elías con la viuda de Sarepta de Sidón, que fue salvada de la carestía.
"Los leprosos y las viudas –explicó el Papa según señala la nota de Radio Vaticano– en aquel tiempo eran marginados". Y sin embargo, estos dos marginados, acogiendo a los profetas, fueron salvados. En cambio, los nazarenos no aceptan a Jesús porque "estaban tan seguros en su 'fe', tan seguros en su observancia de los mandamientos, que no tenían necesidad de otra salvación".