El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández ha escrito su carta pastoral titulada "El juicio de Dios". En la carta el Obispo recuerda la clásica sentencia cristiana: "Ten presente el juicio de Dios y no pecarás" y habla del examen de conciencia que es "ponerse delante de Dios y dejarse iluminar por su juicio, siempre misericordioso y consonante con la verdad" para poder ayudar a los demás.

Por eso, Mons. Demetrio Fernández afirma que "el juicio de Dios se muestra implacable con los que plantean su vida en el lujo, el derroche, la vida disoluta y consiguientemente no se acuerdan de los pobres que no tienen ni siquiera lo necesario para vivir". Y recuerda las personas necesitadas que están a nuestro alrededor, que viven situaciones difíciles por distintos motivos "en unos casos, el sujeto tiene su culpa; en otros, son víctimas del mundo en que vivimos. En todos, las heridas están ahí y supuran", afirma el Obispo.

"No podemos pasar indiferentes ante estas situaciones. El juicio de Dios llega a nuestra conciencia para decirnos que somos responsables de tales injusticias. No echemos la culpa a Dios de lo que hacemos mal los humanos, y pongámonos a la tarea de hacer un mundo más justo y más fraterno, precisamente porque tenemos un mismo Padre Dios", asegura Mons. Fernández.

"Todo lo que hemos recibido tiene una hipoteca social. Nos es dado para administrarlo en favor propio y en favor ajeno. No somos dueños absolutos de nada, aunque tengamos derecho a usar lo necesario".

El Obispo de Córdoba afirma que las heridas de quienes sufren claman misericordia por parte de quienes hemos conocido el amor de Dios "salimos al encuentro de nuestros hermanos necesitados no sólo porque su necesidad y su carencia claman al cielo, sino porque Dios está de su parte y reserva un juicio severo para quienes, ante tales situaciones, no abrieron su corazón a la misericordia".

En ese sentido, Mons. Fernández termina su carta semanal explicando que "quien no es capaz de amar provocado por la necesidad de sus hermanos, se va incapacitando para recibir ese amor que le espera en la vida eterna. Se cierra al amor, y en eso consiste la condenación eterna", "el  juicio de Dios nos alerta. Nos ponemos delante de Dios y actuemos en consecuencia".