El calor de Roma no impidió que miles de peregrinos asistieran a la Plaza de San Pedro al rezo del Regina Coeli presidido por el Papa Francisco.
El Pontífice habló de pequeños gestos hacia el prójimo, hacia el enfermo, el anciano o el necesitado. Gestos que son frutos del amor que Dios ha puesto en el corazón del hombre y que permiten dejar los egoísmos a un lado.
Es este amor, indicó el Papa, el que "el Espíritu Santo vierte en nuestros corazones, para que se cumplan cada día prodigios en la Iglesia y en el mundo".