Como Cardenal, el Papa recuerda la importancia emocional de la monumental Catedral de Wawel, que de niño había visto humillada por una bandera nazi flameando desde su mástil. Fue en este templo donde el Papa celebró su primera Misa, en la tumba de San Leonardo. Como obispo, el Pontífice mantuvo un estrecho vínculo espiritual y afectivo con esta Catedral, símbolo de la resistencia del catolicismo polaco a las ideologías anticristianas.
Su amada Polonia
En esta nueva obra, el Pontífice se refiere en numerosas ocasiones a su tierra natal, Polonia. El Papa señala la importancia de Polonia no sólo porque allí se desarrollan los 20 años narrados en el libro, sino porque se siente “profunda e inseparablemente” parte de su país y de su historia.
Recuerda, por ejemplo, el santuario donde realizó su retiro antes de ser ordenado obispo, y cómo vio la necesidad de volver a él como Papa, a dar gracias por la tarea que él sintió que tenía que aceptar. El Papa admite que “Tal vez no soy solamente yo (que es así), sino todos en Polonia.”