El portavoz de los Obispos españoles, el sacerdote José María Gil Tamayo, ha expresado su "solidaridad con las víctimas, el pesar y el dolor" ante los 15 inmigrantes que han perdido la vida intentando entrar en territorio español en la frontera de Marruecos con Ceuta, y recordó el llamado del Papa Francisco de  no caer en "la globalización de la indiferencia".

En los últimos días ha aumentado de manera considerable el número de personas que intentan entrar en territorio español -y por tanto en la Unión Europea-, a través de la ciudad española de Ceuta, situada en norte del continente africano. "Ven la Unión Europea como un paraíso que da esperanza y salida a esa situación dramática y trágica que arranca en sus países de origen en los que los derechos humanos son pisoteados o que viven en medio de conflictos, de guerras, o en la miseria más absoluta", ha afirmado Gil Tamayo.

"El drama, la tragedia de Ceuta nos está evocando y espoleando a la conciencia europea y especialmente a  la comunidad cristiana, que en esto ha de manifestar una sensibilidad especial", ha recordado el portavoz, quien citó al Papa Francisco para recordar que "la opción por los pobres en la Iglesia es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica".

"Hay 30.000 personas esperando a las puertas de Ceuta y Melilla en Marruecos. Un flujo que está buscando mejores condiciones de vida y que delatan de la sociedad un drama humano que está ocurriendo en tantos frentes en el mundo y también aquí en la franja sur del Mediterráneo", ha explicado Gil Tamayo.

El portavoz también ha recordado la carta para la Jornada de la Inmigración en la que los obispos españoles aseguraron  que "la solución al fenómeno migratorio es muy compleja, por tanto no hay que caer en demagogia. Pero que hay que aceptar las medidas más generosas posibles, y sobre todo optar por un compromiso de los países desarrollados a favor de los países pobres con los que no pocos casos ha habido vínculos históricos fuertes".

El portavoz de la Conferencia Episcopal recordó que él mismo es hijo de emigrante, y que en ese sentido existe "un derecho a la vigilancia en las fronteras y también una responsabilidad que en este caso delega toda la Unión Europea, porque es territorio comunitario, pero tenemos que buscar formas en las que sea posible la regularización junto con el respeto absoluto a la integridad física de las personas. Es un deber de humanidad".

Además recordó la importancia de la regularización para la inmigración, "porque es garantía de una vida digna para los inmigrantes", pero pidió que se realice una "labor conjunta de todas las fuerzas políticas para solucionar este problema, no como controversia política sino como una acción conjunta por el bien común que afecta a una parte de la humanidad que son los más desvalidos".

Por eso también pidió que además de "las políticas de prevención en los países de origen", la Unión Europea sea más generosa y pase de ser una unión basada en unos criterios económicos "a una Europa de valores y a una Europa de la defensa de los derechos humanos también con los que están en medio de dificultades. Porque es un problema complejo y grave y que se agravará más si no ponemos entre todos una solución para estas personas que están buscando mejores condiciones de vida".