La académica sostiene que "la ‘perspectiva de género’ es una teoría no claramente codificada, que se encuentra diversamente formulada en distintos autores y es fuertemente discutida, criticada y hasta rechazada en los ambientes académicos de América y de Europa por sus implicaciones antropológicas, psicológicas, filosóficas y teológicas. Pretender reestructurar todos los currículos a la luz de una teoría discutible e huidiza, es lanzar las escuelas públicas a una reforma caótica y anárquica, donde prevalecerán opiniones subjetivas y decisiones arbitrarias".
Asimismo, advierte que "reduciendo la diferencia sexual a una construcción social", la perspectiva de género "va en contra de las más elementales evidencias de la razón que tiene en la realidad, y no en las teorías, su objeto propio: la educación y la presión social pueden modelar maneras diferentes de ser hombre y mujer, nunca definen el ser hombre y mujer, que es un dato originario inscrito en la naturaleza y en la realidad humana".
Para la experta, introducir "en las escuelas públicas de esta perspectiva se justificaría con el solo propósito de educar a las jóvenes generaciones a la autodeterminación de la propia identidad sexual, independientemente de cualquier dato objetivo, abriendo el camino a la aceptación de cualquier forma de relación afectiva y práctica sexual (homosexual, bisexual, transexual)".
