Desde aquél día, los encuentros –públicos y privados– entre el Papa Francisco y su predecesor se fueron multiplicando, y recientemente el Pontífice telefoneó a Benedicto para felicitarle por su onomástico, San José. Una demostración más del afecto y la estima que existe entre ambos.
El Papa Francisco nunca ha escondido su admiración por Benedicto. Desde el primer encuentro con los cardenales, dos días después de su elección, el Pontífice hablaba así del Papa alemán: "Estos años el Pontificado ha enriquecido y revigorizado la Iglesia con su magisterio, bondad, fe, humildad y su mansedumbre. ¡Por siempre serán un patrimonio espiritual para todos! El ministerio petrino, vivido con total dedicación, ha tenido en usted un intérprete sabio y humilde, con la mirada siempre fija en Cristo, Cristo resucitado, presente y vivo en la Eucaristía. Lo acompañará siempre nuestra ardiente oración, nuestro incesante recuerdo, nuestra eterna y afectuosa gratitud. Sentimos que Benedicto XVI ha encendido en el fondo de nuestros corazones una llama: esta continuará ardiendo porque será alimentada con por su oración, que seguirá sosteniendo a la Iglesia en su camino espiritual y misionero".
El Papa Francisco siempre ha querido que Benedicto participe en la vida de la Iglesia, que no se convirtiera en alguien ajeno, de modo que la presencia del Papa Emérito en eventos como los consistorios y las canonizaciones de Juan XXIII y Juan Pablo II fueron testimonio de cómo el Papa Francisco no se limitaba a las palabras de afecto, sino a los hechos concretos.