Y entonces, la Iglesia se comporta como Jesús. No nos da lecciones teóricas sobre el amor, sobre la misericordia. No difunde en el mundo una filosofía, una vía de sabiduría…Cierto, el Cristianismo también es todo esto, pero como consecuencia, como reflejo. La madre Iglesia, como Jesús, enseña con el ejemplo, y las palabras sirven para iluminar el significado de sus gestos.
La madre Iglesia nos enseña a dar de comer y dar de beber a quien tiene hambre y sed, a vestir a quien está desnudo. Y ¿cómo lo hace? Lo hace con el ejemplo de tantos santos y santas que han hecho esto en modo ejemplar: pero lo hace también con el ejemplo de tantísimos papás y mamás, que enseñan a sus hijos que lo que nos sobra, es para quien no tiene lo necesario. Es importante saber esto. En las familias cristianas más simples ha sido siempre sagrada la regla de la hospitalidad: no falta nunca un plato y una cama para quien tiene necesidad. Una vez, una mamá me contaba, en la otra diócesis, que quería enseñar esto a sus hijos y les decía que hay que ayudar y dar de comer a quien tiene hambre. Tenía tres hijos, Y un día en el almuerzo – el papá estaba afuera, en el trabajo – ella estaba con los tres hijos, chiquitos: siete, cinco y cuatro años, más o menos. Y llaman a la puerta y estaba un señor que pedía de comer. Y la mamá le dijo: "espera un momento". Entró y les dijo a los hijos: "hay un señor allí que pide de comer ¿qué hacemos? ¡Le damos mamá, le damos! Cada uno tenía en el plato un bife con papas fritas. Y "le damos, le damos"… Muy bien. Tomemos la mitad de cada uno de ustedes y le demos la mitad del bife de cada uno de ustedes. "¡Ah, no mamá, así no va! Es así, tú debes dar de lo tuyo. Y así, esta mamá, enseñó a los hijos a dar de comer de lo propio. Éste es un hermoso ejemplo que a mí me ha ayudado tanto. "Pero, no me sobra nada…" Pero ¡da de lo tuyo! Así nos enseña la madre Iglesia. Y ustedes, tantas mamás que está aquí: saben que es lo que tienen que hacer para enseñar a sus hijos para que ellos compartan sus cosas con el que tiene necesidad.
La madre Iglesia enseña a estar cerca de quien está enfermo. ¡Cuántos santos han servido a Jesús en este modo! Y cuántos simples hombres y mujeres, cada día, ponen en práctica esta obra de misericordia en una habitación de hospital, o en una casa de reposo, o en la propia casa, asistiendo a una persona enferma.