Por este motivo, el Papa Francisco recordó otra enseñanza de Jesús que dice que "no hay ningún árbol bueno que produzca frutos malos, ni hay ningún árbol malo que dé frutos buenos. De hecho, cada árbol es reconocido por su fruto" y explicó que "el fruto son las acciones, pero también las palabras. También por las palabras se conoce la calidad del árbol".
"De hecho, quien es bueno saca lo bueno de su corazón y de su boca, y quien es malo, saca el mal, practicando el ejercicio más destructivo entre nosotros que es la murmuración, las habladurías, hablar mal de los otros. ¡Esto destruye! Destruye la familia, destruye la escuela, destruye el lugar de trabajo, destruye el barrio. De la lengua comienzan las guerras", aseguró.
Al finalizar su reflexión previa al rezo del Ángelus, el Papa invitó a pensar en esta enseñanza de Jesús y preguntarse: "¿Yo hablo mal de los demás? ¿Yo busco siempre ensuciar a los otros? ¿Para mí es más fácil ver los defectos de los otros que los míos? Intentemos corregirnos al menos un poco. Nos hará bien a todos". Y para ello, exhortó a invocar "el apoyo y la intercesión de María para seguir al Señor en este camino".
Tras el rezo de la oración mariana, el Santo Padre saludó a los miles de fieles presentes en la Plaza de San Pedro, entre los que se encontraban muchos niños que se preparan para recibir el Sacramento de la Confirmación. "Agradezco a todos por su presencia y los aliento a que caminen con alegría, con generosidad, testimoniando en todas partes la bondad y la misericordia del Señor", exclamó.