Con su testimonio de fe, de amor y de coraje apostólico, acompañado por una gran carga humana, este ejemplar hijo de la Nación Polaca ayudó a los cristianos de todo el mundo a no tener miedo de llamarse cristianos, de pertenecer a la Iglesia, de hablar del Evangelio. En una palabra: nos ha ayudado a no tener miedo a la verdad, porque la verdad es garantía de la libertad". Me identifico plenamente con estas palabras de Benedicto XVI.
Todos sabemos que, antes de recorrer los caminos del mundo, Karol Wojtyla creció al servicio de Cristo y de la Iglesia en su patria, Polonia. Allí se formó su corazón, corazón que después se dilató a la misión universal, antes participando en el Concilio Vaticano II, y sobre todo después del 16 de octubre de 1978, porque en él encontraron lugar todas las naciones, las lenguas y las culturas. Juan Pablo II "se dio todo a todos".
Agradezco al pueblo polaco y a la Iglesia de Polonia por el don de Juan Pablo II. Todos fuimos enriquecidos por este don. Juan Pablo II continúa a inspirarnos. Nos inspiran sus palabras, sus escritos, sus gestos, su estilo de servicio. Nos inspira su sufrimiento vivido con esperanza heroica. Nos inspira su total confiarse en Cristo, Redentor del hombre, y en la Madre de Dios.