"La fe como un grano de mostaza no es una fe grande, segura de sí, no presumen de ser un gran creyente, no aparenta. No. Es una fe que en su humildad tiene una gran necesidad de Dios y, en la pequeñez, se abandona con plena confianza a Él. Es la fe que nos da la capacidad de mirar con esperanza a los sucesos de la vida, que nos ayuda a aceptar incluso los fracasos y los sufrimientos, en la conciencia de que el mal no tiene la última palabra".
La segunda parábola, la del siervo disponible, es la que muestra cómo el servicio es la medida de la fe. Se trata de una parábola "que en un primer momento resulta un poco desconcertante", reconoció Francisco, "porque presenta la figura de un padrón prepotente e indiferente".
Ese padrón "no tiene piedad de su siervo que regresa cansado de los campos y que, sin embargo, le ordena que le prepare de comer y sólo luego le permite sentarse. Pero, precisamente, este modo de actuar del padrón resalta el verdadero centro de la parábola, es decir, la actitud de disponibilidad del siervo. Jesús quiere decir que así es el hombre de fe ante Dios: se somete completamente a su voluntad sin cálculos o pretextos".