Papa Francisco consuela a ex mercenario que pidió perdón por pecados de guerra

Papa Francisco consuela a ex mercenario que pidió perdón por pecados de guerra
Encuentro del Papa Francisco con refugiados en la periferia de Roma (imagen referencial) / Foto Captura Youtube

Suelen llorar de soledad y desesperación, pero el Papa Francisco les ha recordado que también se puede llorar de alegría. En su visita del 9 de febrero al "Campo Arcobaleno" de Roma, lugar de inmigrantes de Latinoamérica y Europa del Este, el Pontífice emocionó a los presentes con su caridad y misericordia.

 

Ese día el Santo Padre estaba camino a la iglesia en la periferia de la ciudad, sin embargo, decidió hacer una parada en este barrio pobre para acercarse a los inmigrantes.

Entre los habitantes de esta "villa miseria" italiana estaba un ex mercenario de la guerra de Afganistán, quien al ver al Papa Francisco entre las chabolas se arrodilló de inmediato y le pidió perdón por sus pecados. El Papa le hizo la señal de la cruz en la frente y lo bendijo.

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Gianna Iasilli, de la Comunidad San Egidio, voluntaria en la zona norte de Roma, explicó a ACI Prensa que el hombre "era un ex mercenario, a quien le pagaban para combatir, y ha querido pedir perdón al Papa por el pecado de la guerra. Fue un encuentro tierno, delicado y profundo que tocó los sentimientos de todos, y el Papa estaba visualmente tocado por este momento".

La Comunidad San Egidio no ha revelado el nombre de esta persona por un compromiso de amistad y respeto. El ex mercenario es natural de Laponia, actualmente vive en la calle, tiene unos 40 años, y es de religión ortodoxa.

"El hombre le pidió perdón al Papa por haber pecado gravemente, por no haber amado. Se inclinó ante él, y el Papa le bendijo, y se quedó junto a él por largo tiempo", añadió Iasilli.

Esta voluntaria conoce por su nombre a cada uno de los refugiados, trabaja con ellos desde hace más de 15 años, y la conocen cariñosamente como el "ángel", porque los voluntarios son los únicos que ingresan en las chabolas para compartir un rato con ellos.

El Papa debía visitar la parroquia de la periferia de Roma, San Miguel Arcángel esa misma tarde, pero desvió su camino para llegar hasta la barriada. La visita fue sorpresiva.

La mayoría de los habitantes pidieron oraciones por su salud, debilitada por la crudeza de las calles y la edad. El Papa se comunicó en lengua española, ya que en el campo viven muchos latinoamericanos, además de eritreos, ucranianos, rumanos, polacos, y rusos.

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"Hoy, hemos recordado que también podemos llorar por la alegría. Nos olvidamos de que podemos llorar también de alegría. Lloramos por vergüenza y por el sufrimiento. Este fue el mejor día de nuestras vidas", aseguró uno de sus habitantes.

Muchos de ellos son personas mayores que perdieron sus trabajos y hoy se sienten inservibles. Son alcohólico-dependientes, duermen en las calles y viven frente a las tiendas, buscando un poco de aire caliente para sobrevivir.

"¿Cómo vamos a volver a nuestros lugares de origen en estas condiciones?", suelen preguntarse a menudo los refugiados, avergonzados por estar atrapados en estas condiciones.

El Papa también dedicó su tiempo a escuchar a una mujer que le pedía perdón porque había pecado gravemente. "Todos somos pecadores", le dijo el Santo Padre bendiciéndola.

Después de su visita a la barriada, el Papa Francisco encontró a Iasilli junto a otras 30 personas en la parroquia, y después celebró la Misa para los fieles.

"El Papa nos dio las gracias por la generosidad y la paciencia. Y les dijo: 'Pido para ti el coraje del Espíritu Santo porque sus vidas son como cenizas. Cuando se apaga el fuego, las cenizas permanecen. Pero si sopla el viento, el fuego se aviva, y ese viento es el Espíritu Santo'".

"Fue un encuentro muy emotivo y profundo. En todo el mundo había una sensación de misterio. La cultura de usar y tirar dice que estas personas no tienen nada que ofrecer y sin embargo, ellos mostraron gran humanidad. La sociedad tiene que empezar de nuevo, la ciudad tiene que comenzar desde las periferias. Sólo de esta manera una ciudad es capaz de empezar de nuevo. Si excluimos a los pobres, excluimos a Dios", concluyó la voluntaria.

Desde el año 2000 la Comunidad San Egidio sirve a los habitantes de esta barriada. Les dan de cenar los martes y jueves, los sábados estas personas usan las duchas de una parroquia local, donde se les brinda ropa nueva y sábanas limpias.

Además, también reciben asistencia legal, médica y farmacéutica. Los afectados por la pobreza relatan sus problemas de alcoholismo, acoso escolar, violencia, e incluso actos vandálicos contra quienes se ven obligados a vivir en la calle.

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