Hay también una pregunta cuya explicación no se aprende en la catequesis. Es la pregunta que tantas veces me he hecho, y tantos de ustedes, tanta gente se la hace: '¿Por qué sufren los niños?'. Y no hay explicaciones. También esto es un misterio. Solo miro a Dios y pregunto: '¿Pero por qué?'. Y mirando la Cruz: '¿Por qué tu Hijo y ellos? ¿Por qué?'. Es el misterio de la Cruz. Tantas veces pienso en la Virgen, cuando le han dado el cuerpo muerto de su Hijo, todo herido, escupido, ensangrentado, sucio. ¿Y qué hizo la Madre? '¿Llévatelo?'. No, lo abrazó, lo acarició. También la Virgen no comprendía. Porque ella, en aquel momento, recordó aquello que el ángel le había dicho: 'Será Rey, será grande, será profeta…'; y dentro de sí, seguramente, con aquel cuerpo así herido entre los brazo, con tanto sufrimiento antes de morir, dentro de sí seguramente habría tenido deseo de decirle al ángel: '¡Mentiroso! Fui engañada'. También ella no tenía respuesta.
Cuando los niños crecen, llegan a una cierta edad en la cual no comprenden bien cómo es el mundo, hacia los dos años, más o menos. Y comienzan a hacer preguntas: 'Papá, ¿por qué? Mamá, ¿por qué?'. Y cuando el papá o la mamá comienzan a explicar, no escuchan. Hacen otro '¿por qué?'. '¿Y por qué ello? Y ellos no quieren escuchar la explicación. Solamente, con este '¿por qué?', reclaman para ellos la mirada del papá y de la mamá. Nosotros podemos preguntar al Señor: 'Pero Señor, ¿por qué? ¿Por qué los niños sufren? ¿Por qué este niño?
El Señor no nos dirá palabras, pero sentiremos su mirada sobre nosotros y esto nos dará fuerza. No tengan miedo de preguntar, también de provocar al Señor. '¿Por qué?'. Quizá no llegará alguna explicación, pero su mirada de Padre te dará la fuerza para seguir adelante. Y te dará también aquella cosa extraña de la cual ha hablado este hermano en su doble experiencia: un sentimiento diverso, un sentimiento extraño (El Papa se refiere al testimonio dado por el papá de un niño enfermo). Y quizá este sentimiento de ternura hacia su niño enfermo será la explicación, porque es la mirada del Padre. No tengan temor de preguntarle a Dios: '¿Por qué?'; provocarle: '¿Por qué?', siempre que estén con el corazón abierto a recibir su mirada de Padre. La única explicación que podrá darte será: 'También mi Hijo sufrió'. Pero aquella es la explicación. La cosa más importante es la mirada. Y su fuerza está ahí: la mirada amorosa del Padre.