La fidelidad del cristiano no se puede "vender" por un mal entendido sentido de "normalidad", que induce a lo mundano y a olvidar la Palabra de Dios y a vivir como si Él no existiera. Fue la reflexión que el Papa Francisco propuso esta mañana en su homilía de la Misa que presidió en la capilla de la Casa Santa Marta.
La tentación de querer ser "normales", cuando en cambio se es hijo de Dios. Que en esencia quiere decir ignorar la Palabra del Padre y seguir sólo la humana, la "palabra del propio deseo", escogiendo en cierto modo "vender" el don de una predilección para sumergirse en una "uniformidad mundana". Esta tentación el pueblo judío del Antiguo Testamento la experimentó más de una vez, dijo el Papa, que se detuvo en el episodio propuesto por el pasaje del primer Libro de Samuel.
En él, los jefes del pueblo piden al mismo Samuel, ya viejo, establecer para ellos un nuevo rey, de hecho pretendiendo autogobernarse. En aquel momento, observó el Pontífice, "el pueblo rechaza a Dios: no sólo no escucha la Palabra de Dios, sino que la rechaza".