Obispos mexicanos lanzan dramático llamado para combatir crimen organizado

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En una extensa Carta Pastoral, el Arzobispo del famoso balneario de Acapulco y los demás obispos del estado mexicano de Guerrero lanzaron un dramático llamado a poner fin al creciente flagelo del crimen organizado en la región.

"En los últimos años –dice la carta– se ha recrudecido en nuestra región la violencia causada por organizaciones criminales". Esta violencia, agregan "está marcada por la crueldad, por el ajuste de cuentas, por la exhibición de poder y por la intención de intimidar a los rivales y a toda la sociedad".

Los obispos señalan que "además del atraso económico, político y social que estigmatiza la vida de los guerrerenses, tenemos que reconocer la presencia y la actuación del crimen organizado que hace más difícil aún la vida de los habitantes de esta región".

El documento identifica "algunas de las actividades más comunes de estas organizaciones criminales: el narcotráfico, el secuestro, la trata de personas, el lavado de dinero, el robo de autos y las ejecuciones".

Al respecto, señalan que "el narcotráfico es una de las formas más antiguas y difundidas del crimen organizado en nuestra región. Desde hace aproximadamente cuatro décadas ya se promovía el cultivo de drogas en el campo guerrerense al tiempo que se iban tejiendo redes de traficantes contando con las correspondientes complicidades oficiales". "Se presume que en algunas regiones, los narcotraficantes han llegado a tener en sus manos el poder económico y que van ahora por el poder político", advierten.

Tras hablar del secuestro y de las ejecuciones, los obispos advierten contra la trata de personas "un delito contra los derechos humanos considerado como la esclavitud del siglo XXI"; y el lavado de dinero.

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"Es necesario ubicar las causas de estas diversas formas de crimen organizado. Hay que señalar causas estructurales que corresponden a nuestro sistema económico y político. En particular podemos pensar en las deficiencias del sistema educativo que durante mucho tiempo ha carecido de una formación humanista y ética, el desempleo que cada día crece más, la corrupción política y la protección policíaca, el abandono del campo, y la búsqueda de dinero fácil", señala el comunicado.

Los obispos señalan, en un tono de esperanza que "nosotros no vemos al crimen organizado como un mal invencible, sino como una expresión del pecado personal que se estructura a partir de relaciones ilegales, ilícitas e inmorales por el daño que causan a personas, a familias y a pueblos enteros".

"La lucha contra el crimen organizado –agregan– es un desafío que sobrepasa las fuerzas humanas y que apela al recurso de la esperanza cristiana. Con la certeza de que el mal no prevalecerá, el cristiano cultiva una esperanza indómita que lo ayuda a promover la justicia y la paz".

Por eso, "el conocimiento del Dios verdadero proporciona al creyente la posibilidad de abandonar la idolatría y todas sus consecuencias, como pueden ser las actitudes criminales que se desarrollan y se vinculan a través de organizaciones ilícitas e ilegales".

Los Obispos señalan luego que "al pronunciarnos como pastores ante la compleja problemática desarrollada a partir del crimen organizado en nuestra región, queremos contribuir con nuestra palabra y nuestro esfuerzo pastoral para animar el compromiso de todos a favor de la paz y de la edificación de nuestra sociedad basada en la búsqueda del bien común y del respeto a la ley".

Al respecto, señalan que "la autoridad tiene que llevar a cabo el saneamiento de los cuerpos de seguridad y las instancias de procuración de justicia para que sean confiables y garanticen una lucha a fondo contra el narcotráfico y toda forma de delincuencia organizada. Tiene que desaparecer cualquier señal de corrupción y de complicidad bajo la forma de protección política y policíaca a los criminales que tanto daño hacen a la sociedad. En el caso particular del narcotráfico, la autoridad tiene que promover una lucha integral contra el mismo que considere la prevención, el combate con la fuerza pública y la rehabilitación de las adicciones".

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El comunicado se dirige luego a quienes se han involucrado en las diversas formas de crimen organizado: "Dios los está llamando a la conversión y su perdón está siempre dispuesto. Pero en tanto no den ustedes muestras de arrepentimiento y de cambio de vida para abandonar el sendero del crimen".

"La sociedad –agregan– puede participar, a través de sus organizaciones, vigilando y verificando que las autoridades combatan de raíz al crimen organizado, atendiendo a las causas sociales, económicas, políticas y culturales. Sin la participación activa de la sociedad, los gobiernos no tienen la capacidad suficiente para abatir la violencia causada por los criminales que se organizan para hacer daño a la comunidad".

Luego de destacar la importancia de la escuela como ámbito de formación en valores, la carta pastoral advierte que los medios de comunicación social, "tienen una grande responsabilidad a la que no pueden renunciar", y los llaman a "examinar su responsabilidad en el desarrollo de la cultura de la violencia cuando llegan a exhibir a los criminales como si fueran héroes y tienen que orientar sus contenidos con responsabilidad para formar una conciencia de respeto a la persona humana y de búsqueda del bien común que quitarían todo sustento a las prácticas violentas e ilegales del crimen organizado".

Los Obispos recuerdan finalmente la importancia de la familia. "Es necesario apoyar a las familias para que ellas puedan ser esa ‘agencia de paz’ que imprima en cada uno de sus miembros los sentimientos, las actitudes y los valores que los dispongan a trabajar por el bien común y por la paz".

"También tenemos otros recursos en la Iglesia para nuestra lucha contra el crimen organizado: además del anuncio del Evangelio, necesitamos alzar nuestra voz para hacer una denuncia profética de los graves males que afligen a la comunidad exigiendo cambios y, sobre todo, una conversión espiritual que lleve a un cambio de vida", concluyen los obispos en la carta firmada por Mons. Felipe Aguirre Franco, Arzobispo de Acapulco y los cuatro obispos del estado de Guerrero.

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