Obispos deben interceder por los hombres ante Dios, precisa el Papa

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En una Eucaristía celebrada en la Basílica de San Pedro, el Papa Benedicto XVI subrayó que “el obispo debe ser un orante, uno que intercede por los hombres ante Dios”.

A las 10.00 (hora local), el Pontífice presidió la Misa en la que confirió la ordenación episcopal al Arzobispo Coadjutor de Lviv de los Latinos, Mons. Mieczyslaw Mokrzycki; al Arzobispo de Camerino (Italia), Mons. Francesco Giovanni Brugnaro; al Presidente del Pontificio Consejo para la Cultura y de las Pontificias Comisiones para los Bienes Culturales de la Iglesia y de Arqueología Sacra, Mons. Gianfranco Ravasi; al Nuncio Apostólico en Malta y Libia, Mons. Tommaso Caputo; el Prefecto del Archivo Secreto Vaticano, Mons. Sergio Pagano; y al Secretario de la Prefectura de los Asuntos Económicos de la Santa Sede, Mons. Vincenzo di Mauro.

“En la Iglesia antigua los obispos eran calificados como ‘ángeles’ de su Iglesia, expresando de este modo una íntima correspondencia entre el ministerio del obispo y la misión del Ángel”, dijo el Santo Padre al iniciar su homilía.

El Papa hizo explícita la relación del ángel y el obispo haciendo notar dos aspectos: “El Ángel es una criatura que está frente a Dios, orientada con todo su ser hacia Dios. Dios está inscrito en sus nombres, en su naturaleza. Su verdadera naturaleza es la existencia en vistas de Él y por Él”.

Sobre el segundo aspecto dijo: “Son mensajeros de Dios. Llevan a Dios a los hombres, abren el cielo y así abren la tierra. Justamente porque están con Dios, pueden estar también muy cercanos a los hombres. Dios, en efecto, es más íntimo a cada uno de nosotros de cuanto lo podemos ser nosotros mismos”.

“Los obispos –continuó– deben ser hombres de Dios, deben vivir orientados hacia Dios. El obispo debe ser un orante, uno que intercede por los hombres ante Dios. Mientras más lo hace, más comprende también a las personas que le han sido confiadas y puede ser para ellos un ángel”.

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Más adelante resaltó la misión del obispo como la de quien “debe hacer espacio a Dios en el mundo contra las negaciones y defender así la grandeza del hombre”.

También destacó la misión de “ángeles de la guarda” y exhortó a los nuevos obispos a “ayudar al pueblo de Dios que debéis preceder en su peregrinaje, a encontrar el gozo en la fe y aprender el discernimiento de los espíritus: acoger el bien y rechazar el mal, permanecer y ser siempre cada vez más, en virtud de la esperanza de la fe, personas que aman en comunión con Dios-Amor”.

“Es vuestra tarea –prosiguió– tocar en nombre de Cristo los corazones de los hombres. Entando vosotros mismos en unión con Cristo, podréis también llevar el llamado de Cristo a los hombres”.

Al finalizar su homilía, el Pontífice pidió a los presentes permanecer “en el amor de Dios... Permaneced en aquella amistad con Él... y entonces vuestra vida traerá fruto, un fruto que permanece”.

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