El Obispo Auxiliar de Santiago (Chile), Mons. Cristián Contreras Villarroel, reflexionó sobre los 40 años del golpe de Estado en el que se derrocó al Presidente Salvador Allende, y  expresó que "si hay una institución del país que algo tiene que decir, porque más que algo realizó y dijo en esos años es la Iglesia Católica".

En una nota editorial del sitio web iglesiadesantiago.cl, Mons. Contreras trajo a la memoria cómo los obispos chilenos durante la década de los 80, fueron enfáticos en reiterar que la libertad y la justicia son realizables solo en un contexto de efectivos valores morales y responsabilidades libremente consentidas, guiadas por un alto sentido de justicia y solidaridad.

Asimismo, Mons. Contreras recordó que  los obispos exhortaban al reconocimiento del pecado como elemento necesario para alcanzar la reconciliación. "El pecado contrasta con la norma ética, inscrita en la intimidad del propio ser. Si uno no reconoce sus pecados, mal puede impulsar un dinamismo de reconciliación", indicó.

"La realidad del perdón se hace necesaria como la única manera de frenar la espiral del odio. Pero, el perdón no suprime la justicia, sino la venganza. Exige la justicia, pero va más allá de ella y es capaz, con la gracia de Dios, de conseguir el supremo triunfo del amor que es la conversión del criminal", afirmó el Obispo.

"La Iglesia al servicio de la reconciliación no ofrece una teoría o un sistema ideal, sino que confiesa a una persona: a Jesucristo", explicó."Reconciliarse no equivale a decir "borrón y cuenta nueva" y nada tiene que ver con aquello de "ni perdón ni olvido". Ambas actitudes conducen a caminos sin salida. Por eso, hay que recurrir a los criterios evangélicos que introducen en la vida una mirada diferente, capaz de cortar el ciclo de la violencia, despertando las mejores capacidades humanas", comentó.

Finalmente, Mons. Contreras menciónó el papel que jugó Juan Pablo II en el camino a la reconciliación, durante su visita a Chile en abril de 1987. El Papa, en su discurso al episcopado, recordó a los chilenos que el lugar donde se resuelve en definitiva la problemática humana y comunitaria es en el interior del hombre. "No podemos, sin embargo, olvidar que la raíz de todo mal está en el corazón del hombre, de cada hombre, y si no hay conversión interior y profunda, de poco valdrán las disposiciones legales o los moldes sociales", dijo el Beato.