Nuevo libro impulsa beatificación de ejemplar Arzobispo primado mexicano

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El miércoles 7 de enero se presentó en el Auditorio de la Curia Metropolitana de Ciudad de México el libro “Biografía de un hombre providencial, Monseñor Luis María Martínez”, quien fuera Arzobispo Primado de México de 1937 a 1956 y cuya causa de beatificación es promovida intensamente.

Mons. Martínez gobernó la iglesia en México en una época sumamente difícil, en la que el país salía de la virulenta persecución religiosa masónica. Mons. Luis María Martínez se caracterizó por un gran tino en su relación con el gobierno de entonces y por un amplio trabajo pastoral, no sólo dentro de la arquidiócesis de México, sino para toda la nación, debido a su gran autoridad moral.

La presentación de la obra contó con la presencia del Cardenal Norberto Rivera Carrera, actual Arzobispo primado, así como de Carlos Abascal Carranza, Secretario del trabajo y previsión social del Gobierno de la República, cuyo padre y abuelo fueron destacados líderes laicos durante la época del Arzobispo Martínez.

Una aproximación al aspecto sacerdotal del que fuera arzobispo de México, estuvo a cargo de Monseñor Antonio Macedo Tenllado, actual vicepostulador de la causa; mientras que los detalles biográficos de la ejemplar vida del Prelado fueron presentadas por el autor del libro, el P. Pedro Fernández, O.P., actual postulador de la causa.

La conclusión estuvo a cargo del Cardenal Rivera, quien describió a Martínez como “un hombre providencial y un hombre clave para entender nuestro momento histórico a nivel civil, político y religioso”.

“Pero, sobre todo, es un hombre clave para nosotros los sacerdotes, que con frecuencia hablamos del compromiso que tenemos de evangelizar la cultura. Nadie como él supo penetrar esa cultura mexicana y supo dejarle la semilla de la Buena Nueva”, dijo el Primado.

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El Cardenal señaló que “nadie duda de su capacidad de humorismo, y nadie duda también de su habilidad política en un momento tan delicado para México”; pero destacó que era ante todo “un hombre de Dios y de una profunda espiritualidad, un místico, un verdadero guía del pueblo, no sólo de la Arquidiócesis de México, sino un guía del pueblo de Dios”.

“Era un hombre totalmente puesto, manejado, guiado por Dios. Y Él sabía ponerse en esas manos de Dios y experimentaba, después de la oscuridad, después del abandono, que Dios estaba con Él, porque Dios es el que guiaba los acontecimientos históricos”, concluyó el Cardenal.

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