No se necesita cosas “extraordinarias” para descubrir la vocación

No se necesita cosas “extraordinarias” para descubrir la vocación
Leonardo Mantilla / Foto: SIAME

Leonardo Mantilla Morales tiene 24 años, cursa el segundo año de Filosofía, va a ser sacerdote en México y comparte su experiencia del llamado de Dios sobre el que dice que no se necesita "escuchar cosas extraordinarias" para descubrirlo.

El Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME) publica el testimonio de este joven originario de Calmeca Tepexco en el estado de Puebla, quien comparte su experiencia personal.

"Siempre que comparto cómo ha sido mi experiencia del llamado de Dios a esta vocación suelo decir que no esperen escuchar cosas extraordinarias como: 'mientras oraba, escuché la voz de Dios que me invitaba a seguirlo' o 'tuve un sueño en el que Dios me decía que debía ser sacerdote'", afirma.

Dios, prosigue, "se vale de pequeños signos, cosas simples, e incluso de personas, y es así como me di cuenta que cuando le abrimos nuestro corazón a Dios, Él realiza maravillas en nosotros y transforma nuestras vidas".

"A partir del encuentro que tuve con Dios, mi vida dio un cambio radical. Al ingresar a la secundaria todo parecía que iba bien; sin embargo, cuando cursaba el tercer año de secundaria atravesaba por una depresión en la que para mí la vida no tenía sentido, nada me importaba, y por ende, estaba completamente alejado de Dios. Pasó el tiempo, terminé la secundaria e ingresé a la preparatoria", relata.

Cada año en Semana Santa, recuerda Mantilla, "sacerdotes y seminaristas del Seminario Conciliar de México llevaban a cabo una misión en mi comunidad. Fue cuando cursaba el tercer año de preparatoria que el Señor me mostró su misericordia y el gran amor que tiene hacia nosotros".

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Un año en particular y en esa época "por curiosidad me propuse para participar de las charlas que se impartieron en esos días; parecía que los temas estaban dirigidos hacia mí, precisamente por lo que estaba viviendo".

"Entonces sentí la necesidad de confesarme y acércame a la Comunión; a partir de ese momento, empezó a crecer en mí la semilla de la vocación, Dios me había conquistado.

Fui acercándome más y más a Dios; procuraba asistir a Misa cada domingo; con el paso del tiempo me integré al grupo de monaguillos y más tarde al equipo de catequesis; no obstante, sentía que Dios me pedía algo más, mi pregunta era: '¿cómo saber que Dios me está llamando?'"

La respuesta, recuerda el joven seminarista, "la fui encontrando en pequeños signos en los que descubría la presencia de Dios, testimonios de sacerdotes y una profunda oración".

Esa temporada, prosigue Mantilla, fue de "enorme discernimiento, pues en ocasiones pensaba que la idea de ser sacerdote sólo sería pasajera, pero la espinita de la vocación seguía ahí. Terminé la preparatoria en el 2009, y cuatro años después me decidí a atender el llamado que Dios me hacía".

Leonardo Mantilla finalmente agradece a "tantas personas que he encontrado en mi camino, y sobre todo con Dios por el gran regalo de la vocación".

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