No hay encuentro con Cristo si no hay oración, afirma Cardenal Rivera

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Durante la Misa por el segundo domingo de Cuaresma en la Catedral Metropolitana, el Arzobispo Primado de México, Cardenal Norberto Rivera, profundizó en el pasaje de la Transfiguración del Señor y afirmó que “no hay revelación de Dios ni encuentro verdadero con Jesucristo si no hay oración”.

El Cardenal explicó que “la liturgia de la palabra nos ha presentado tres grandes revelaciones: la revelación de la fidelidad de Dios al hombre en la persona de Abraham; la revelación del destino glorioso del hombre que se nos manifiesta en Cristo; y finalmente, en la Transfiguración, la revelación de la divinidad de Cristo hecha por el Padre”.

Al referirse concretamente al pasaje del Monte Tabor, el Purpurado resaltó que “Jesús no subió al monte para ser transfigurado; la Transfiguración, en cierto sentido, sólo fue un efecto de su oración, querido por el Padre”.

“Mientras oraba, Jesús se fue transfigurando. Esto es un reclamo fuerte para todos nosotros. No hay revelación de Dios, no hay encuentro verdadero con Jesucristo vivo, si no hay oración, y oración como la que Jesús nos ha mostrado, la oración hecha con calma, en un tiempo y en un lugar aparte, en silencio y hecha con insistencia y con frecuencia. Junto al ayuno espiritual, a la escucha de la Palabra de Dios, la oración es el tercer ejercicio esencial para una fructuosa Cuaresma”, agregó el Arzobispo.

Asimismo, el Cardenal explicó que “en el Evangelio hemos escuchado la máxima revelación que Dios ha hecho al hombre: Dios se revela en Cristo. En la humanidad de Jesús está presente la gloria de Dios. Se nos revela la realidad profunda del misterio escondido en Jesús de Nazaret: Éste es el Hijo de Dios. En la humildad de la carne y de la muerte se esconde la presencia salvadora de Dios que libera al hombre por medio del Hijo-Siervo paciente”.

“Se acerca el día doloroso de la Pasión, sí, el día de la Redención de la humanidad, pero antes Cristo quiere dar a nuestra fe, a nuestra confianza en Él, la seguridad de su divinidad, la seguridad de su Resurrección. El Cristo que días más tarde veremos colgar de la Cruz en un gesto de infinito amor a cada uno de nosotros, es el mismo Cristo que ahora resplandece, es el mismo Cristo que ha resucitado y a quien el Padre declara: ‘Éste es mi Hijo predilecto, escúchenlo’”, añadió el Purpurado.

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