El Papa Benedicto XVI recordó que la Iglesia tiene "el deber primario" de acercarse a las personas que sufren por el divorcio y el aborto; y explicó que "el ‘no’ que la Iglesia pronuncia en sus indicaciones morales y sobre el que a veces se fija unilateralmente la atención de la opinión pública es en realidad un gran ‘sí’ a la dignidad de la persona, a su vida y su capacidad de amar".
El Pontífice hizo estas declaraciones al recibir a los 300 participantes en el Congreso Internacional "El aceite sobre la heridas, una respuesta a las llagas del aborto y del divorcio", promovido por el Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, en colaboración con los Caballeros de Colón.
El Papa reconoció que estos temas "comportan tantos sufrimientos en la vida de las personas, de las familias y de la sociedad", y recordó que "en el debate, a menudo puramente ideológico" sobre estas cuestiones, se crea frente a sus protagonistas "una especie de conjura del silencio. Sólo con la actitud del amor misericordioso nos podemos acercar a ellos para ayudarles y permitir a las víctimas que se levanten y reanuden el camino de la existencia".