El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández, exhortó a no callar el genocidio del aborto y a trabajar por una "política inspirada en la cultura de la vida", pues los cientos de miles de víctimas que genera esta práctica está llevando a España y Europa a un lento suicidio.

En su última carta enviada a ACI Prensa, el Prelado señaló que la defensa de la vida desde la concepción no es una cuestión religiosa, "se trata ante todo de una cuestión humana. La luz de Dios nos hace ver con más claridad lo que la simple razón humana puede descubrir, si no está obcecada por intereses egoístas".

Mons. Fernández dijo que "vivimos tiempos de turbulencias en muchos campos", por ello "necesitamos del Espíritu Santo que nos aclare la verdad de Dios y del hombre, que nos dé fuerzas para seguir la voluntad de Dios, que nos impulse a la misión de llevar el Evangelio a toda persona".

"Por ejemplo, en la defensa de la vida humana. Unos y otros se debaten hasta dónde es permitido matar al niño que anida en el seno materno. Cualquier ley que permita el aborto, será siempre una ley que no está a la altura del hombre. Nunca le es lícito a nadie matar o permitir que se mate al ser humano que comienza a existir desde la fecundación en el seno materno. Todo ser humano tiene derecho a vivir desde que es concebido", expresó.

Advirtió que a causa del asesinato que ocurren dentro de los vientres maternos, "Europa, y España dentro de ella, se muere de vieja".

"Los cientos de miles –más de un millón- de abortos producidos en los últimos años constituyen el suicidio lento de un pueblo, que no es capaz de transmitir la vida a la generación siguiente, e inventa mil razones para justificar este despropósito, lo que ya está siendo una verdadera catástrofe social", señaló.

El Obispo llamó a establecer políticas favorables a la natalidad y no penalicen "a la familia que se abre generosamente a la vida. La mujer no pierde nada por ser madre, sino por el contrario llega así a su plenitud humana".

Mons. Fernández insistió en la necesidad de permitir que el Espíritu Santo ingrese a la vida de cada persona, pues es el "Señor y dador de vida".

"Que venga intensamente sobre nosotros. Sobre la Iglesia para que se renueve interiormente, a fin de ser testigo elocuente de la novedad de Cristo entre los hombres de nuestro tiempo. Sobre nuestra sociedad, que presenta signos preocupantes de cansancio y de desesperanza. Sobre la humanidad entera. 'Envía Señor tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra'", finalizó.