El Arzobispo de La Plata (Argentina), Mons. Héctor Aguer, señaló que la despenalización del aborto en Estados Unidos y otros países ha convertido al mundo en un campo de lucha donde está en juego la defensa de la dignidad humana desde la concepción.

En el programa televisivo Claves para un Mundo Mejor el Prelado recordó el testimonio de conversión del médico Bernard Nathanson, que pasó de promotor mundial del aborto a defensor de la vida de los no nacidos y que antes de morir en 2011 se bautizó e ingresó a la Iglesia Católica.

“Nathanson fue uno de los más grandes impulsores en los Estados Unidos y en el mundo de la legalización del aborto. Ha sido el director de una clínica abortista en la que se practicaron decenas de miles de abortos en los cuáles él fue responsable directo y muchos realizados por sus manos”, recordó Mons. Aguer.

En su libro “La Mano de Dios”, indicó, el médico narró que la legalización del aborto en Estados Unidos se consiguió exagerando las cifras y “desprestigiando a la Iglesia Católica que era y es la mayor defensora del derecho a la vida”.

Esto prosiguió “hasta que el mismo Nathanson se dio cuenta, cuando pudo realizar una ecografía tridimensional, que el fruto de la concepción es un ser humano y un ser humano que tiene reacciones propias de un ser humano”.

“Es así como en 1985 filmó un video que se ha difundido luego por el mundo llamado ‘El Grito Silencioso’ y que causó una impresión extraordinaria porque registra la reacción de un niño por nacer ante la agresión que sufre en el acto del aborto”, indicó el Prelado.

Mons. Aguer dijo que la honestidad de Nathanson lo fue llevando a la verdad y a convertirse “en un decidido defensor de la vida y del derecho a la vida desde el instante de la concepción”.

“El caso del Dr. Nathanson es particularmente elocuente porque él procede del mismo campo contrario. Él ha sido uno de los representantes eximios de la cultura de la muerte y, movido por la verdad de las cosas, ha decidido pasar al campo de la defensa de la vida”, añadió.

Por ello recomendó leer “La Mano de Dios” y ver “El Grito Silencioso”. “La elocuencia de esas imágenes exime de cualquier argumentación”, afirmó.