Modernidad laicista excluye a la ley natural, precisa experto italiano

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En un artículo titulado "Aquel Superman kantiano hace el bien y no lo hace saber" publicado por L'Osservatore Romano, el experto italiano Francesco D'Agostino hace un análisis sobre la exclusión que el laicismo hace de la ley natural actualmente; y que termina evitando el diálogo entre la Iglesia y la modernidad laicista.

Tras explicar los distintos tipos de laicismo, entre los que están el agresivo que "ve en la fe una adversaria, contra la que se debe luchar" y uno "agnóstico, con frecuencia introvertido y silencioso, al que no le gustan las confrontaciones o el debate con los creyentes", D'Agostino advierte que existe uno "extrovertido, vivaz, pero no muy provocativo".

A esta laicismo, prosigue, " le gusta llamar a la religión –y en particular a la Iglesia Católica– para que explique sus razones y le gusta todavía más decirle cuales formas antiguas debería valerosamente abandonar y cuales modos nuevos, en su reemplazo, debería asumir para legitimarse en el contexto cultural de la modernidad".

"Entre las formas que este laicismo considera como totalmente obsoleto está en primer lugar la del yusnaturalismo. El llamado a una ley moral natural –que Benedicto XVI ha recordado en su discurso a las Naciones Unidas– aparece para muchos como excluido para lograr un diálogo entre la Iglesia y la modernidad laicista", advierte el experto italiano.

"La modernidad laicista –prosigue– podría (y para algunos debería) liberarse de las viejas e ingenuas ideologías materialistas del progreso, pero la Iglesia a su vez debería simétricamente liberarse del reclamo por presuntos 'vínculos naturales' asumidos como principios de orientación del actuar moral y político del hombre: se trataría de vínculos que operarían para mantenerlo indebidamente prisionero de su materialidad biológica y para impedir a la Iglesia bonificarse definitivamente de su relación con la ciencia".

Luego de explicar que "detrás de estas instancias no es difícil percibir proyectos neoiluministas de 'regeneración de lo humano'", D'Agostino explica dos argumentos para criticar lo que muchos consideran una época en la que el hombre "ha tenido éxito para conquistar cierta capacidad de autocrearse".

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"El primero ha sido formulado ya por Jürgen Habermas: toda forma de (pretendida) regeneración de la especie humana, en los límites a los que se confía a la ciencia y la técnica, está destinada a tener un carácter selectivo y excluyente. Algunos, solo algunos hombres, podrán liberarse de sus vínculos naturales y beneficiarse de los descubrimientos extremos de la biomedicina: serán unos pocos que tendrán el know-how, quienes tendrán los recursos para cubrir los gastos necesarios para las intervenciones biológicas sofisticadas, quienes estarán en el grado de elegir en que dirección orientar la superación de la propia 'materialidad biológica', entre las tantas posibilidades que la ciencia coloca y siempre pondrá a disposición del hombre".

Seguidamente precisa que el segundo argumento tiene que ver con la bondad del proyecto de esta llamada "regeneración de lo humano".

"Se puede admitir sin dificultad que el proyecto de 'regeneración de lo humano' es realmente fascinante. Pero lo es, solo si esta regeneración no está pensada en términos de mera potencia, sino de apertura al bien (y este es el primer precepto de la ley natural: bonum faciendum). Toca a la modernidad laicista –aquella que no sabe liberarse de las seducciones del relativismo ético –hacer la cuenta con la voluntad de potencia: no basta liberarse de los 'vínculos naturales' para poderse definir buenos".

"Es una verdad antigua e intuitiva y no tiene sentido pedirle a la Iglesia que la niegue nuevamente, si es conocida intuitivamente incluso por los lectores de comics. Superman es un superhéroe, no solo y no en tanto por sus poderes extraordinarios, sino porque está dotado de una 'natural' propensión a hacer el bien de modo absolutamente desinteresado: es un héroe a tal punto intrínsecamente kantiano, que es incluso indiferente a la gratitud y a los honores, que elude escondiendo su vida cotidiana detrás una impenetrable identidad 'privada'. Y no importa que tan grandes sean los 'poderes' de sus adversarios, no podrán darles nunca la victoria, porque son usados para hacer el mal".

"En resumen, vuelve a emerger aquí la célebre alternativa formulada hace años por Alisdair MacIntyre: entre Aristóteles y Nietzsche no hay mediación posible. Antes de pedirle a la Iglesia que renuncie a sus tradiciones, que siempre ha visto aristotélicamente en el respeto de los 'vínculos naturales' que nos orientan al bien la única posible garantía de la moralidad, la modernidad laicista (o al menos gran parte de ella) debería primero explicar en qué modo la extraordinaria potencia de la ciencia y la técnica puede ser orientada hacia el bien, una vez hechos añicos estos vínculos", finaliza.

Franceso de Agostino es abogado, y desde 1974 profesor de historia de doctrinas políticas en la Universidad de Leche (Italia) y de filosofía del derecho en las Universidades de Urbino y Catania. Es Presidente del Comité Nacional de Bioética de Italia, al que pertenece desde 1990. Es autor de más de 300 publicaciones. Es Presidente de la Unión de Juristas Católicos Italianos y miembro de la Pontificia Academia para la Vida.

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