Sobre la misión que les toca ahora a los nuevos sacerdotes y diáconos, el Cardenal comentó que ciertamente "no les será fácil, a nadie le es fácil el seguimiento fiel a Jesucristo, pero el Espíritu Santo que los llama y los consagra les garantiza sus dones y su gracia para que sean fieles".
"Todos sabemos que lo que menos necesita en este momento nuestra Iglesia es que le pongamos más manchas en su rostro. Ya tiene muchas, tanto que a muchos hermanos y hermanas les cuesta reconocerla, les da vergüenza seguir en ella, tanto que muchos se han separado de la vida de la Iglesia por este escándalo que hemos puesto en la Iglesia".
Por ello, destacó el Cardenal mexicano, "lo que necesita nuestra Iglesia en este momento es sacerdotes que quieran limpiar, embellecer el rostro de la Iglesia con su coherencia de vida, viviendo y siendo lo que son: hombres consagrados a Dios, hombres dedicados entera y exclusivamente a la misión".