Posteriormente, el Santo Padre describió que el tercer paso que Jesús sugiere es el "¡Ven y sígueme!" y añadió que "seguir a Cristo no es una imitación exterior, porque toca al hombre en su interior profundo" sino que "ser discípulo de Jesús significa estar en armonía con Él" como lo escribió San Juan Pablo II en 1993 en la Carta Encíclica Veritatis Splendor.
"Seguir a Cristo no es una pérdida, sino una ganancia invaluable, mientras que la renuncia a la que estamos llamados es un obstáculo que dificulta el camino. Sin embargo, el corazón de un joven rico se divide entre dos maestros: Dios y la riqueza. Temiendo el riesgo y la pérdida de bienes, regresó a casa triste: 'Le entristeció esta palabra, y se fue apenado'. El joven no dudó en hacer una pregunta importante, pero no encontró la valentía para aceptar la respuesta, que es un llamado a 'soltarse' de sí mismo y de su riqueza para 'conectarse' con Cristo y caminar con Él, para descubrir la verdadera alegría", afirmó el Papa.
En este sentido, el Santo Padre invitó a los jóvenes a sentir las palabras de Jesús dirigidas a cada uno: "¡Vengan y síganme! Tengan el valor de vivir su juventud confiando en el Señor y caminando con Él. Déjense conquistar por su mirada que está llena de amor y que nos libera de la seducción de los ídolos y de la falsa riqueza que promete la vida, pero trae la muerte. No tengan miedo de recibir la Palabra de Cristo y aceptar su llamada. No se desanimen como el joven rico del Evangelio; en cambio, miren a María, nuestro gran ejemplo de seguimiento de Cristo, y confíen en ella, que con las palabras 'he aquí la esclava del Señor' ha respondido incondicionalmente a la llamada de Dios", aconsejó.
Finalmente, el Papa invitó a dirigir "nuestra mirada hacia María para aprender a traer a Cristo al mundo, como lo hizo cuando, llena de cariño y alegría, corrió en ayuda de santa Isabel. Dirijamos nuestra mirada a María para transformar nuestra vida en un don para los demás", alentó.