Laicidad no implica excluir símbolos religiosos como el crucifijo, dice Cardenal Bagnasco

Laicidad no implica excluir símbolos religiosos como el crucifijo, dice Cardenal Bagnasco
Cardenal Angelo Bagnasco

El Arzobispo de Génova y Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Cardenal Angelo Bagnasco, señaló que "la laicidad no comporta la exclusión de los símbolos religiosos" como el crucifijo "de los lugares públicos como escuelas, tribunales, cárceles", en referencia a la próxima decisión de la Corte de Estrasburgo sobre este tema que se espera para el 30 de junio.

En su mensaje enviado hoy al presidente de "Humanismo cristiano", Claudio Zucchelli, en ocasión de la mesa redonda organizada en Roma por esta institución sobre el tema "Valores y derecho: El caso del crucifijo", el Purpurado indicó que "reconocer la legitimidad y el valor de la exposición del crucifijo significa garantizar el respeto de la libertad religiosa y de las tradiciones de los pueblos, en armonía con el principio de subsidiariedad que preside la relación entre los estados y las instituciones europeas".

Ante la próxima decisión de la Corte de Estrasburgo, el Cardenal Bagnasco indicó que es oportuno "reclamar la atención de la opinión pública sobre la importancia que reviste la exposición del crucifijo en las escuelas en relación a los sentimientos religiosos y a las tradiciones de las naciones de Europa".

Al respeto la presidencia de la CEI se pronunció recientemente resaltando que la exposición del crucifijo "no se traduce en una imposición y no tiene valor de exclusión, sino que expresa una tradición que todos conocen y reconocen en su alto valor espiritual, y como signo de una identidad abierta al diálogo con todo hombre de buena voluntad, a favor de los necesitados y los sufrientes sin distinción de fe, etnia o nacionalidad".

El Cardenal Bagnasco cita luego en su mensaje al Papa Benedicto XVI, quien en su mensaje a los participantes del 56° congreso nacional de juristas católicos italianos recordó que "la sana laicidad comporta que el Estado no considere la religión como un simple sentimiento individual, que se podría confinar solo al ámbito privado en vez de considerarlo como presencia comunitaria pública".

El Santo Padre también recordaba en aquella oportunidad que "no es cierta la expresión de laicidad, sino su degeneración en el laicismo, la hostilidad a toda forma de relevancia política o cultural de la religión, a la presencia en particular, de cualquier símbolo religioso en las instituciones públicas".

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