La muerte nos obliga a mirar la realidad cara a cara, recuerda el Papa

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El Papa Benedicto XVI destacó en la Misa que presidió esta mañana por los obispos y cardenales fallecidos durante el último año, que "la misma muerte es portadora de una enseñanza saludable porque nos obliga a mirar la realidad cara a cara, a reconocer la caducidad de los que aparece grande y fuerte a los ojos del mundo".

En su homilía de la Eucaristía oficiada en la Basílica de San Pedro, el Pontífice señaló que "Dios es la verdadera sabiduría que no envejece, es la riqueza auténtica que no se marchita, es la felicidad a la que aspira en profundidad el corazón de todo ser humano".

Asimismo el Santo Padre resaltó que "esta verdad que atraviesa los Libros Sapienciales y resurge en el Nuevo Testamento se cumple en la existencia y la enseñanza de Jesús. En la perspectiva de la sabiduría evangélica, la misma muerte es portadora de una enseñanza saludable porque nos obliga a mirar la realidad cara a cara, a reconocer la caducidad de los que aparece grande y fuerte a los ojos del mundo. Frente a la muerte pierde interés cualquier motivo de orgullo humano y resalta en cambio lo que vale de verdad".

"Todos estamos de paso en este mundo porque todos somos criaturas. En una palabra, ninguno de nosotros es Dios. Reconocer esta diferencia con Él es el primer requisito para ser con Él y en Él: es incluso el requisito para ser como Él, pero solo acogiendo la gracia de su don libre".

Tras comentar que "si Dios nos amó gratuitamente, también nosotros podemos, y por lo tanto debemos implicarnos en este movimiento oblativo y hacer de nosotros mismos un don gratuito para los demás", Benedicto XVI precisó que "de esa forma conocemos a Dios como Él nos conoce y pasamos de la muerte a la vida, como Jesucristo que derrotó la muerte con su resurrección, gracias a la potencia gloriosa del amor del Padre celestial".

"Esta Palabra de vida y de esperanza –continuó– nos consuela profundamente frente al misterio de la muerte, sobre todo cuando se lleva a las personas que más queremos. El Señor nos asegura hoy que estos hermanos nuestros por los que rezamos en esta Santa Misa, han pasado de la muerte a la vida porque eligieron a Cristo y se consagraron al servicio de los hermanos. Por eso, aunque tengan que expiar su parte de pena debida a la fragilidad humana, que nos marca a todos, ayudándonos a ser humildes, la fidelidad a Cristo les hace entrar en la libertad de los hijos de Dios".

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"Recemos por nosotros, peregrinos en esta tierra, para que tengamos los ojos y el corazón orientados siempre hacia la meta última a la que aspiramos, la casa del Padre, el Cielo", concluyó.

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