El Cardenal explicó que "los nuevos beatos eran fieles a la Iglesia y por eso sembraban el bien tanto en las parroquias, como en los colegios donde enseñaban o en tantas otras actividades que ejercían según su condición. En el momento supremo de su existencia, cuando debían confesar la propia fe, no tuvieron miedo: aceptaron la muerte, ya que no negaron su identidad como religiosos, religiosas o laicos comprometidos".
"El motivo por el que los mataron fue únicamente religioso, determinado por el odio de los opresores hacia la fe y la Iglesia católica, puesta en el punto de mira en aquel contexto histórico de las persecuciones religiosas de la primera mitad del siglo XX en España. El odio hacia la Iglesia prevaleció y oprimió la dignidad humana y los principios de libertad y de democracia".
No obstante, "a pesar de este clima de intolerancia y de persecución a los cristianos", os 16 mártires "estaban decididos a permanecer fieles, con riesgo de su vida, a todo lo que la fe les exigía. Siendo conscientes del peligro que les amenazaba, no se echaron atrás y vivieron la detención y la muerte con una gran confianza en Dios y en la vida eterna".
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