El Obispo Emérito de Viedma y fundador del Instituto Cristífero, Mons. Miguel Esteban Hesayne, señaló que ante un crimen como la guerra no se puede usar eufemismo alguno, pues se trata del "mayor absurdo que se ha inventado" que "baja al ser humano a una animalidad salvaje".

El Prelado advirtió en su reflexión semanal que "en toda declaración de guerra se esconde un objetivo inconfesable. La motivación última es una ambición desmedida e irracional. Sí, irracional. La guerra es una locura. Ninguna persona humana es dueña de la vida humana. Solamente Dios es dueño de la vida y Dios ni siquiera a quien lo ofende quiere que muera, sino que cambie de conducta y viva en dignidad".

"La guerra baja al ser humano a una animalidad salvaje que supera a las mismas bestias. Porque la guerra es la muerte organizada del hombre contra el hombre. La humanidad que se organiza contra sí misma. Es una organización irracional", añadió.

Por ello, dijo que "quien o quienes declaren la guerra no engañen ni se engañen. En lo hondo de su ser se motivan como la pareja que narra el Génesis: quieren ser como Dios, dueños de la vida y de la muerte. Por eso llevarán el estigma de Caín asesino de su hermano Abel".

Tras reconocer que "es duro este lenguaje, dirán algunos", alertó que "ante un crimen no se puede usar eufemismo alguno y la guerra, avasallando los Derechos Humanos, es el crimen organizado y globalizado".

"Es duro porque por siglos nos hemos mentalizado a favor de la lucha armada. Siempre se ha declarado la guerra para defender algún derecho llegando a la misma contradicción del axioma pagano 'si quieres la paz prepara la guerra'. Hoy después de XXI siglos que Jesús nos dijo: 'Yo les doy la paz, mi paz y no como la da el mundo' se pretende defender los derechos humanos desencadenando el reinado de la muerte hasta de inocentes", expresó.

El Prelado indicó que "desenmascarándolos, Juan Pablo II estampa esta afirmación lapidaria: 'La paz florece cuando se observan íntegramente los derechos humanos, mientras que la guerra nace de su transgresión y se convierte, a su vez, en causa de ulteriores violaciones aún más graves de los mismos'".

"El crimen de Caín consecuencia del pecado adamítico ha impregnado tanto a la humanidad que hasta en la misma Iglesia se ha llegado a aceptar guerras para defender derechos. Felizmente la profundización orante del Evangelio del Príncipe de la Paz, hoy, proclama: ¡Jamás la guerra, y la paz es un don de Dios y una tarea para mujeres y hombres de buena voluntad!", concluyó.