Juan Pablo II: ¡El amor a Cristo es el secreto de la santidad!

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Al proclamar seis nuevos beatos para la Iglesia, el Papa Juan Pablo II alentó a los católicos a asumir hasta las últimas consecuencias su profesión de fe y recordó que el amor a Cristo es la clave para ser santos.

“‘Sí, Señor, tú sabes que te quiero’. Como Pedro, como los apóstoles en las orillas del lago de Tiberíades, también estos nuevos beatos han asumido hasta sus últimas consecuencias esta sencilla pero incisiva profesión de fe y de amor. ¡El amor a Cristo es el secreto de la santidad!”, exclamó el Papa ante la multitud reunida en la Plaza de San Pedro.

En la homilía, pronunciada en español, portugués, polaco e italiano, el Santo Padre pidió a los fieles seguir el ejemplo de los nuevos beatos y ofrecer como ellos, “un testimonio coherente de fe y de amor en la presencia viva y operante del resucitado”.

Los nuevos beatos son la religiosa salesiana española Eusebia Palomino Yenes (1899-1935); la mexicana María Guadalupe García Zavala (1878-1963) fundadora de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres, y la colombiana Laura Montoya (1874-1949), fundadora de la Congregación de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena.

Además, beatificó al príncipe polaco Augusto Czartoryski (1858-1893), hijo de María Amparo, una de los siete hijos que tuvo la reina regente española María Cristina de Borbón (madre de Isabel II) de su matrimonio con el duque de Riansares; la religiosa portuguesa Alexandrina María da Costa (1904-1955) y la italiana Giulia Nemesia Valle (1847-1916).

Un modelo de oración

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En su homilía, el Pontífice reflexionó sobre el testimonio de cada beato y comenzó por el beato Augusto Czartoryski, un príncipe que siguió el llamado a la vida sacerdotal.

El Papa señaló que “presentaba a Dios en la oración todas sus peticiones y dudas de fondo y después, en espíritu de obediencia, seguía los consejos de sus guías espirituales”.

“De este modo, comprendió su vocación a emprender una vida pobre para servir a los más pequeños. Este mismo método le permitió, en el transcurso de toda su vida, tomar opciones de tal modo que hoy podemos decir que cumplió los designios de la Providencia divina de manera heroica”, dijo.

El Papa propuso “el ejemplo de su santidad sobre todo a los jóvenes, que hoy buscan la manera de descifrar la voluntad de Dios para sus vidas y desean caminar fielmente todos los días según la Palabra divina” y pidió a los jóvenes aprender del beato “a pedir ardientemente en la oración la luz del Espíritu Santo y guías sabios para que puedan conocer el plan divino de su vida y sean capaces de caminar siempre en el camino de la santidad”.

Paz para Colombia

Al hablar sobre la religiosa colombiana Laura Montoya y su ayuda a tantos indígenas que “lejos de los centros urbanos, vivían desconociendo a Dios”, se hizo su madre espiritual y les mostró el amor de Dios.

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El Papa reconoció su mensaje pacificador en tiempos difíciles, “pues las tensiones sociales ensangrentaban también entonces su noble patria”, y pidió su intercesión para que “la amada Colombia goce pronto de paz, de justicia y de progreso integral”.

Caridad hasta el sacrificio

El Papa se refirió a la religiosa mexicana Guadalupe García Zavala,  como una mujer que respondió “con firmeza y prontitud a los proyectos que Él (Dios) tiene sobre cada uno”.

“Con una fe profunda, una esperanza sin límites y un gran amor a Cristo, Madre Lupita buscó la propia santificación desde el amor al Corazón de Jesús y la fidelidad a la Iglesia. De este modo vivió el lema que dejó a sus hijas: ‘Caridad hasta el sacrificio y constancia hasta la muerte’”.

Santidad cotidiana

El Papa destacó el testimonio de la religiosa italiana Nemesia Valle y su compromiso de “manifestar el amor de Dios a los pequeños, a los pobres, a todo ser humano, en todas las partes de la tierra”.

La religiosa “es el ejemplo de una santidad luminosa, orientada hacia las elevadas cumbres de la perfección evangélica, que se traduce en los sencillos gestos de la vida cotidiana entregada totalmente por Dios”, agregó.

Además, señaló que “la nueva beata sigue repitiéndonos a todos nosotros: ‘La santidad no consiste en hacer muchas cosas o en hacer cosas grandes. Santo es el que se entrega totalmente en su propio puesto, cada día, por el Señor’”.

Radicalidad y coherencia

El papa recordó que la religiosa española Eusebia Palomino, “oyó un día la llamada de Dios y respondió a través de una intensa espiritualidad y una profunda humildad en su vida diaria”.

“Como buena salesiana, estuvo animada por el amor a la Eucaristía y a la Virgen. Lo importante para ella era amar y servir; el resto no contaba, fiel a la máxima salesiana del da mihi animas, caetera tolle”, recordó.

Además, precisó que “con la radicalidad y la coherencia de sus opciones, sor Eusebia Palomino Yenes traza un camino fascinador y exigente de santidad para todos nosotros y muy especialmente para los jóvenes de nuestro tiempo”.

Hasta dar la vida

Finalmente, reflexionó sobre la vida de la laica portuguesa Alexandrina María Da Costa, de quien dijo que “penetrada y abrasada” por el amor a Cristo, “no quiso negar nada a su Salvador: de voluntad fuerte, aceptó todo para mostrar que le ama”.

“Esposa de sangre, revive místicamente la pasión de Cristo y se ofrece como víctima por los pecadores, recibiendo la fuerza de la Eucaristía que se convierte en el único alimento de sus últimos trece años de vida”, señaló.

“Tras la estela de la beata Alexandrina, expresada en la trilogía «sufrir, amar, reparar», los cristianos pueden encontrar estímulo y motivación para ennoblecer todo lo que la vida tenga de doloroso y triste con la prueba del amor más grande: sacrificar la vida por el que se ama”, afirmó el Papa.

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