Facundo tiene 18 años de edad y posiblemente ya vivió la aventura más grande de su vida. Como no tenía dinero para viajar a Brasil y poder ver a su compatriota el Papa Francisco, caminó casi 3,000 kilómetros hasta llegar a Rio de Janeiro.

Facundo partió hace un mes de su natal Jujuy, en la frontera con Bolivia, y compartió las experiencias de su singular peregrinación con cientos de jóvenes en una de las catequesis de la Jornada Mundial de la Juventud.

Su deseo era viajar "con gente de Jujuy pero no podía porque necesitaba 7,000 pesos (unos $1,280 dólares americanos) y eso es mucho dinero", según explicó a ACI Prensa.

Facundo, que terminó la escuela secundaria el año pasado, viajó solo con una mochila, 600 pesos (unos $110 dólares) que le dió su madre y un mapa que le dio un sacerdote de su parroquia.

"Estaba súper perdido en Argentina, y luego en las grandes ciudades como Sao Paolo porque nunca había salido de mi pueblo, ni había tomado un metro," comentó el joven visiblemente marcado por el cansancio y el hambre, pero feliz de haber alcanzado su meta.

Facundo cuenta que todo comenzó el día de su último cumpleaños, cuando entró a la iglesia para rezar, y en un momento de intenso encuentro con Dios comenzó a llorar y decidió confesarse con un sacerdote que lo vio ahí.

"Después de la confesión me preguntó que si quería ir a la Jornada Mundial de la Juventud y subiendo la mirada vi una foto del Papa con sus brazos abiertos y le dije 'sí, si voy'," dijo Facundo.

"Desde mayo hasta antes del primero de junio, guardaba todo el dinero que ganaba y dejé de salir a bares con amigos", aseguró Facundo.

Cuando su familia le preguntó por qué partía con tanta anticipación, les respondió que viajaría con Jesús.

"Mi familia comenzó a llorar porque estaban muy asustados y mi abuela se puso mala", explicó Facundo.

Cuando llegó a la frontera con Brasil, solo le quedaban 100 pesos (unos $20 dólares) y decidió "no depender más del dinero, solo de la oración".

Así llegó hasta el santuario de la Virgen de Itatí, en la frontera con Paraguay, donde los residentes le decían 'que la Virgen te acompañe'.

"Entonces yo me decía 'nuestra Señora me protege y Jesús me acompaña", recordó Facundo.

Su reto más grande fue ingresar a Brasil, prácticamente sin dinero y sin conocer el idioma. Un chofer de autobús le llevó gratis hasta la Catedral de Iguazú, donde escuchó su primera Misa en portugués y durmió en una escuela franciscana.

Ellos le ofrecieron un vuelo directo a Río pero decidió unirse a unos monjes que llegaron de Boston, Estados Unidos, para viajar a pie porque pensó que sería una peregrinación "más linda".

Caminó día y noche, apenas deteniéndose para dormir, y cuando sentía miedo rezaba el rosario sin cesar.

"En un momento dado pensé que ya no podía más y seguía llorando y rezando para que Jesús protegiera a todos y para que se hiciera su voluntad", dijo Facundo.

Después de dos días sin comer y con los dedos de los pies con ampollas y moretones, un hombre le llevó en coche hasta Sao Paulo.

Llegó a la ciudad de Aparecida poco antes del inicio de la Jornada Mundial de la Juventud. "Había un festival y me di cuenta de lo cerca que estaba y me puse a llorar," dijo Facundo.
 
"Conocí a otro sacerdote argentino y pasamos hambre, pero al final llegamos a Río", añadió. "Tenía hambre pero estaba contento".

El Papa Francisco, afirma el joven, siempre dice que un cristiano siempre debe ser feliz y "el dinero no vale nada, solo da seguridad, pero Jesús da confianza y esperanza".

Facundo conoció a un voluntario de la JMJ quien lo envió a dormir a un convento cerca de la playa, donde se pudo quedar una semana.

Ahora, en Río, espera ver al Papa Francisco. "No le pude ver cuando pasó con su papamóvil el otro día. Tuve que escoger entre verle o ir a la Eucaristía, pero escogí la Eucaristía", explicó el argentino.

"Vale la pena ver a un Papa que se fija en los pobres. Me gustaría verle y decirle lo bonito que es seguir a Jesús y que él tiene razón, que deberíamos dejarnos guiar por Jesús y yo lo hice", agregó.

Facundo también espera poderle decir a los jóvenes que "cierren sus ojos y oídos a lo que les dice la gente y que abran sus corazones a lo que te dice Jesús".