"Niños explotados a los que se les ha robado la infancia, jóvenes a los que se les cierra el futuro, adultos que viven en situaciones precarias y con falta de todo, mujeres explotadas y abusadas, migrantes en busca de un mejor porvenir a quienes se cierran las puertas", explica el Prelado y subraya que de todas esas personas "Dios nunca se desentiende, sino que escucha, protege, defiende, redime, salva. Por eso, los pobres, aún en la situación más extrema, pueden confiar en el Señor, y la esperanza de los pobres nunca se frustrará".
Mons. Fernández precisó que "la Iglesia existe para ser el corazón de Dios abierto a las personas de nuestro tiempo, al estilo de Jesús el buen samaritano". Por eso, subrayó que la Iglesia debe ser siempre "lugar de acogida, donde nadie se sienta extraño. Y de una acogida humilde y cariñosa, porque la Iglesia no tiene todos los medios para resolver todos los problemas, pero sí tiene en su corazón el amor de Dios manifestado en el corazón de Cristo Jesús, y con ese talante debe salir y acoger a los más pobres".
También recordó que "los pobres no son números ni estadísticas, sino personas concretas que sufren en su carne esas carencias", por lo que "la atención a los pobres no se reduce a la asistencia, ante cuya urgencia hemos de actuar, sino que debe buscar la verdadera promoción integral de la persona con programas y proyectos de desarrollo, que eliminen las injusticias que están detrás".