Hay un contrapunto a este riesgo tecnocrático y lo subraya Stefano Fontana. Ese contrapunto es el hecho de que la religiosidad, eliminada de la ecología, se encuentra en muchos movimientos ecologistas, demostrando "la convicción milenarista y palingenésica de sus fieles, de sus nuevos dogmas y mandamientos de carácter absoluto que indican nuevos 'males intrínsecos' diferentes de los de la moral tradicional, de sus ritos litúrgicos ecológicos".
El medioambientalismo, subraya Fontana, es hoy ideológico, también porque hace propuestas costosas y elitistas que "empeoran la situación de pobreza y de dependencia social y económica", en cuanto que "al negar el desarrollo tecnológico, no sólo impide la emancipación social, sino que lo hace en función de los intereses empresariales, con frecuencia multinacionales muy agresivas en términos de beneficio, y de la economía y las finanzas verdes".
Fontana va más allá. Subraya que "está en curso un proceso globalista que se sirve de las (presuntas) amenazas de la emergencia ecológica y sanitaria, del calentamiento global y de la Covid 19, como 'estado de excepción' que exige decisiones soberanas por parte del poder y competencias exclusivas".
"Tales emergencias se alientan artificialmente para justificar limitaciones de la libertad, comportamientos presentados como obligatorios, nuevos criterios que establecen qué es lo esencial y qué no, comportamientos de masa inducidas por el poder político con la justificación de que es para el bien común".