En la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y al presidir la Eucaristía en la Plaza de San Pedro por la clausura del Año Sacerdotal que convocó en ocasión del 150° aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, el Papa Benedicto XVI –que concelebró esta Misa con más de 15 mil sacerdotes– señaló que la humanidad necesita que los cristianos, especialmente los presbíteros, sean portadores del agua viva de Cristo que comunica la verdadera alegría y esperanza.
En la homilía de la Misa en la que utilizó el mismo cáliz de San Juan María Vianney, el Santo Padre afirmó que el motivo de la celebración del Año Sacerdotal ha sido "comprender de nuevo la grandeza y la belleza del ministerio sacerdotal", y agregó: "el sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio. Por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y el vino las palabras de acción de gracias de Cristo, que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple ‘oficio’, sino un sacramento"
"Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra ‘sacerdocio’. Esto es lo que en este año hemos querido de nuevo considerar y comprender. Queríamos despertar la alegría de que Dios esté tan cerca de nosotros y también, así, enseñar de nuevo a los jóvenes que esta vocación, esta comunión de servicio por Dios y con Dios, existe".