Por el quincuagésimo aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, Pio X publicó la encíclica "Ad diem Illum laetissimum" (Hasta aquel alegre día) en el marco del congreso mariano en el que coronó la imagen de la Inmaculada Concepción que está ubicada en la Basílica de San Pedro. A través de esta encíclica, el Papa le dio un nuevo impulso a la devoción a María Madre de Dios.
En relación a la enseñanza de la doctrina cristiana publicó la encíclica "Acerbo nimis" (Demasiado amargo), en la que planteaba que la catequesis fuera dirigida también a los adultos. Además promovió la publicación de un nuevo catecismo para la diócesis de Roma.
Igual que cuando fue obispo, siempre preocupado de la formación de los sacerdotes, como Papa intervino a través del magisterio: publicó la encíclica "Pieni l'animo" (Lleno el ánimo), dirigida al Episcopado italiano (1906), en donde hacía énfasis en la necesidad de tener mayor cuidado en la ordenación de sacerdotes, llamando la atención de los obispos sobre el hecho de que, entre los clérigos más jóvenes, se manifestaba cada vez con mayor frecuencia un espíritu de independencia poco compatible con la disciplina eclesiástica.
Por otra parte, ordenó que los seminarios italianos fueran visitados frecuentemente por los obispos.