Cada 11 de mayo la Iglesia Católica celebra a San Francisco de Gerónimo, misionero jesuita

Cada 11 de mayo la Iglesia Católica celebra a San Francisco de Gerónimo, misionero jesuita

San Francisco de Gerónimo fue un misionero jesuita al que llamaban "el apóstol de Nápoles", célebre por su incansable trabajo en favor de la conversión de los pecadores, a quienes buscó a ejemplo del Buen Pastor, que va en busca de la oveja perdida.

Francisco abrió su corazón para que Dios infunda en él amor por los pobres, los enfermos y los oprimidos. Ese corazón que el Señor moldeó anunció su Evangelio a tiempo y a destiempo, mediante la palabra y la acción.

Francisco de Gerónimo nació el 17 de diciembre de 1642 en Grottaglie, una ciudad del sur de Italia. A los 16 años entró al colegio de Tarento, donde permaneció bajo la tutela de la Compañía de Jesús.

En aquel lugar estudió Humanidades y Filosofía, y tuvo tanto éxito con los estudios que el obispo lo envió a Nápoles para que asistiera a conferencias de Teología Canónica en el famoso colegio Gesù Vecchio, que por aquel entonces rivalizaba con las más grandes universidades de Europa.

El 1 de julio de 1670 ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús. Al final de su primer año de prueba, fue enviado como misionero a un lugar cercano al municipio italiano de Otranto, donde puso en práctica su habilidad para la oratoria o la predicación. Allí confirmó su llamado a ser una voz que anuncie la alegría del Evangelio.

Después de 4 años de predicación en pequeños pueblos y de culminar sus estudios de Teología, sus superiores lo nombraron predicador de la iglesia del Gesù Nuovo en Nápoles. Sus sermones elocuentes, breves y enérgicos, llegaron a conmover a muchos, removiendo las conciencias estancadas y despertando el sentido de la fe.

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Un gran número de conversiones obró el Señor a través de sus palabras, especialmente de personas que tenían el corazón endurecido y no sentían culpa alguna por sus malas obras.

En ocasiones pasó por no menos de 5 aldeas en un solo día, predicando en calles, plazas públicas e iglesias. La gente que lo conocía llegó a decir que convertía por lo menos a unos 400 pecadores al año.

Una de sus obras de caridad habituales fue visitar hospitales y cárceles. Y más de una vez fue en busca de un alma perdida en algún antro. Eso le valió más de una paliza o maltrato, pero no por eso dejó de insistir en el llamado a la conversión, sabiéndose él mismo un pecador perdonado.

San Francisco murió a los 74 años de edad y fue sepultado en la iglesia de la Compañía en Nápoles. Fue beatificado en 1758 por Benedicto XIV y canonizado en 1839 por el Papa Gregorio XVI.

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