"Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo" (Jn 13,1). Estas son las significativas palabras con que el IV Evangelio introduce el relato de la última cena de Jesús con sus discípulos. En el curso de esta cena Jesús pronuncia las palabras que leemos en el Evangelio de hoy.
¿Quiénes son el objeto del amor de Jesús? El Evangelio responde: "Los suyos". Pero suyos son también los ángeles y todos los seres celestiales: "Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades, todo fue creado por él y para él" (Col 1,16). A ellos también los ama Jesús; pero en esa introducción el evangelista no se refiere a ellos. Por eso especifica: "A los suyos que estaban en el mundo", es decir, a los seres humanos, a nosotros. A nosotros nos amó Jesús hasta el extremo. Y si queremos saber en qué consiste este amor hasta el extremo debemos continuar la lectura del Evangelio hasta el final, hasta el momento en que Jesús muere en la cruz. Allí el amor de Jesús hacia nosotros llegó al extremo. Todos debemos contemplar esa escena y concluir: "Murió así por a amor a mí".