Santa Catalina Tekakwitha partió a la Casa del Padre el 17 de abril de 1680 a los 24 años, durante la Semana Santa de ese año. Sus últimas palabras fueron: "¡Jesús, te amo!".
Rápidamente la joven suscitó la devoción y el cariño entre los nativos americanos, así como entre los inmigrantes europeos católicos. Por eso, muchos empezaron a peregrinar a Caughnawaga, lugar en el que se depositaron sus restos.
Las cicatrices que la santa tenía en el rostro desaparecieron tras su muerte y muchos de los enfermos que asistieron a su funeral se curaron milagrosamente. En 1884, el P. Clarence Walworth mandó erigir, en honor a ella, un monumento al lado de la sepultura de Catalina, a la que llaman cariñosamente "el lirio de los Mohawks".
Catalina Tekakwitha fue beatificada por San Juan Pablo II en 1980 y canonizada por el Papa Benedicto XVI en octubre de 2012.