La Escritura provee de abundantes referencias que contribuyen a la comprensión del Sacerdocio definitivo de Cristo, el cual comparte a todos y cada uno de los sacerdotes que Dios llama a su servicio para toda la eternidad.
En el Nuevo Testamento la palabra "sacerdote" designa ciertamente a los ministros encargados del culto sacrificial, guardianes de la Ley y el Templo, pero su uso se reserva en su sentido pleno para denominar a Cristo que congrega al pueblo de Dios, en virtud de su Sacerdocio real: "Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz" (1Pe 2,9).
Por otro lado, en el capítulo 4 de la Carta a los Hebreos se habla del Sumo Sacerdocio de Jesucristo en los siguientes términos: "Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos -Jesús, el Hijo de Dios- mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna" (Heb 4,14-16).
Suscríbete a ACI Prensa
Recibe nuestras noticias más importantes por email.