Hoy celebramos a San Luis Versiglia y a San Calixto Caravario, primeros mártires salesianos

San Luis Versiglia y San Calixto Caravario | San Luis Versiglia y San Calixto Caravario, 25 de febrero / ACI Prensa

Cada 25 de febrero se celebra la fiesta de los santos Luis Versiglia y Calixto Caravario, mártires salesianos asesinados en China en la primera mitad del siglo XX. Ambos murieron en defensa del honor y la dignidad de tres jóvenes cristianas amenazadas con ser ultrajadas y esclavizadas.

Palabras y hechos

Hay muchas formas de expresar, en el tiempo presente, la incoherencia de tantos o el poco valor que hoy se le da a la palabra empeñada. Algunos reclamarán: ‘se habla mucho y se hace poco’, ‘se dice una cosa, pero se hace otra’. Da la impresión de que esa distancia que separa las palabras de las acciones siempre estará entre nosotros, sin exceptuar a quienes nos decimos cristianos o católicos.

No obstante, hay personas ejemplares que invitan a pensar lo contrario. Dos de ellos son los santos salesianos que hoy celebramos. “El misionero que ora mucho logra mucho”, solía decir Monseñor San Luis Versiglia; mientras que el presbítero San Calixto Caravario, días antes de morir, escribía unas líneas encomiables como parte de la última carta enviada a su madre: “Pasará la vida y se acabarán los dolores: en el Paraíso seremos felices. Nada te turbe, mi buena mamá; si llevas tu cruz en compañía de Jesús, será mucho más ligera y agradable…”.

Luis Versiglia

San Luis Versiglia nació en Italia en 1873. A los 12 años quedó fascinado con la figura de Don Bosco, al punto que poco después de la muerte del santo fundador de los salesianos, decidió ser un miembro más de la Orden y convertirse en misionero. En 1895, Luis es ordenado sacerdote y años después, nombrado director de novicios de la ciudad de Roma por orden del Beato Miguel Rúa. Posteriormente el P. Luis lideró el grupo de salesianos que fue enviado a China en 1906. Estos se establecieron en Macao y abrieron un frente misionero en Hangchow.

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La obra misionera de San Luis Versiglia se concentró en la construcción de orfanatos y oratorios, hasta que en 1921 fue consagrado obispo del Vicariato Apostólico de Shiu Chow. Bajo su mando, se multiplicaron las casas misioneras, institutos, asilos y albergues, y se inauguró el seminario salesiano para los nacidos en China.

Calixto Caravario

San Calixto Caravario, por su parte, nació en Turín, Italia, en 1903. Ingresó muy joven a la Sociedad de San Francisco de Sales y, en 1921, conoció a Luis Versiglia. A este le dijo un día: “Lo alcanzaré en China”, enterado de que iría como misionero a aquel lejano país. Años más tarde, Calixto cumplió su promesa. Después de ser ordenado sacerdote por el mismo Versiglia, fue enviado a la misión de Lin-Chow.

Lamentablemente, hacia 1930, la situación política y social en China se había tornado muy tensa: habían recrudecido los recelos contra los extranjeros, especialmente contra los cristianos y misioneros. Las iglesias empezaron a ser saqueadas e incendiadas como signo evidente de la creciente hostilidad.

Martirio en China

En febrero de aquel año, Mons. Versiglia emprendió una visita pastoral a Lin-Chow. El P. Caravario saldría a su encuentro para acompañarlo. El día 25 los dos celebraron Misa en Ling-Kong-How y luego iniciaron una travesía en barca hacia otro poblado. Junto a ellos estaban dos maestros y tres jovencitas de la misión (María, de 21 años; Paula, de 16; y Clara, de 22). Durante el viaje se les sumó una anciana catequista y un niño. Todos eran nacionales chinos convertidos al catolicismo.

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Repentinamente, un grupo de piratas se acercó a su embarcación y dieron la orden de que se detengan. Aquellos hombres estaban armados con fusiles y pistolas, y solicitaron que los misioneros paguen 500 dólares para dejarlos continuar su curso. El obispo le pidió a Caravario: “Diles que somos misioneros y, por lo tanto, no llevamos con nosotros tanto dinero”.

Los maleantes abordaron la barca y la registraron. Así descubrieron que los religiosos estaban escondiendo a un grupo de jóvenes, quienes habían permanecido ocultas rezando. Con fuertes gritos los delincuentes amenazaron con que se las llevarían. Por esos días los ataques de este tipo se habían hecho muy frecuentes y los piratas solían secuestrar a las jóvenes para ultrajarlas y esclavizarlas.

No todos tienen miedo a la muerte

Los santos intentaron detenerlos y a cambio recibieron una violenta golpiza. Los religiosos  ensangrentados fueron conducidos junto a las jóvenes a la embarcación pirata, mientras que ordenaron al resto de pasajeros que regresaran a Lin-Kong-How. Una vez allí, los sobrevivientes dieron parte a las autoridades.

Concluido el trágico episodio, María, una de las tres jóvenes, daría su testimonio: “Vi que don Caravario, con la cabeza inclinada, hablaba en voz baja con el obispo” -los salesianos se estaban confesando mutuamente, tras haber sufrido una brutal golpiza por defender a los rehenes-. Después María aseveró: “El obispo y don Caravario nos miraban, nos señalaban con los ojos el cielo y rezaban. Su aspecto era amable y sereno, y rezaban en voz alta”.

Los piratas tras secuestrar a las chicas y a los misioneros habían tomado rumbo hacia su escondite. En el trayecto pusieron a las muchachas fuera de la vista del sacerdote y el obispo. Unos minutos después se escucharon cinco disparos. Luego oyeron que los piratas comentaban intrigados: “Todos tienen miedo a la muerte. Por el contrario, estos dos han muerto contentos”. Era el 25 de febrero de 1930.

Días después, miembros del ejército chino llegaron a las cuevas en las que se refugiaban  los bandidos, quienes habían huido dejando a sus rehenes con vida. María, Paula y Clara fueron rescatadas sanas y salvas por los militares. Los piratas no les habían hecho nada. Ellas, mientras estuvieron secuestradas, solo permanecieron rezando de rodillas al lado de los cuerpos de ambos mártires, quienes habían dado la vida por defenderlas.

Mientras tanto, los cadáveres de San Luis Versiglia y San Calixto Caravario fueron hallados en los alrededores. Estos serían trasladados para darles cristiana sepultura.

El sueño de Don Bosco

San Juan Bosco siempre tuvo el deseo de ser misionero. En uno de sus sueños vio un cáliz lleno de sangre que hervía y se derramaba. Con dolor, pensaba que aquel sueño era una suerte de presagio: supo -en su corazón- que entre los salesianos también habría mártires. Por ese sueño, a San Luis Versiglia y San Calixto Caravario, primeros mártires salesianos, se les representa generalmente con un cáliz en las manos, desde el que chorrean gotas de sangre.

El Papa San Pablo VI declaró oficialmente mártires a los dos salesianos en 1976. Ambos serían beatificados en 1983 y canonizados en el año 2000 por el Papa San Juan Pablo II.

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