De ese modo, hemos hecho de la santidad una meta inalcanzable, la hemos separado de la vida de todos los días, en vez de buscarla y abrazarla en la cotidianidad, en el polvo del camino, en los afanes de la vida concreta y, como decía Santa Teresa de Ávila a las religiosas, "entre los pucheros de la cocina". Ser discípulos de Jesús es caminar por la vía de la santidad y, ante todo, dejarse transfigurar por la fuerza del amor de Dios. No olvidemos la primacía de Dios sobre el yo, la primacía de Dios sobre el yo, la primacía del Espíritu sobre la carne, la primacía de la gracia sobre las obras. En ocasiones, damos más importancia al yo, a las carnes y a las obras. No. Primacía de Dios sobre el yo, primacía del Espíritu sobre la carne, primacía de la gracia sobre las obras.
El amor que recibimos del Señor es la fuerza que transforma nuestra vida, nos ensancha el corazón y nos predispone para amar. Por eso Jesús dice -y he aquí el segundo aspecto- «así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros». Este así no es solamente una invitación a imitar el amor de Jesús, significa que solo podemos amar porque Él nos ha amado, porque da a nuestros corazones su mismo Espíritu, Espíritu de santidad, amor que nos sana y nos transforma. Es por eso que podemos tomar decisiones y realizar gestos de amor en cada situación y con cada hermano y hermana que encontramos. Porque somos amados tenemos la fuerza de amar, así como yo soy amado puedo amar yo. Siempre el amor que yo doy está unido al amor de Jesús por mí. Así como Él me ha amado yo puedo amar. Es así de simple la vida cristiana, es así simple, nosotros la hacemos más complicada con más cosas, pero es así de simple.
Y, en concreto, ¿qué significa vivir este amor? Antes de darnos este mandamiento, Jesús les lavó los pies a sus discípulos; y después de haberlo pronunciado, se entregó́ en el madero de la cruz. Amar significa esto: servir y dar la vida. Servir significa no anteponer los propios intereses, desintoxicarse de los venenos de la avidez y la competición, combatir el cáncer de la indiferencia y la carcoma de la autorreferencialidad, compartir los carismas y los dones que Dios nos ha dado.
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