El Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, presidió el pasado 7 de abril en Córdoba (España), la beatificación del sacerdote Cristóbal de Santa Catalina, fundador de las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno conocido con el sobrenombre de "Girasol de Dios" por su constante entrega a los más pobres.

En la primera beatificación celebrada durante el Pontificado del Papa Francisco, unas cinco mil personas abarrotaron la Catedral de Córdoba. En su homilía, el Cardenal Amato explicó que las virtudes principales del Beato son "su gran fe, el ardor de su caridad, y una profunda humildad".

"Fue un instrumento de la caridad de Dios", subrayó.

El P. Cristóbal nació en Mérida en el año 1638 y falleció en Córdoba en 1690. Solía recoger a recién nacidos abandonados, hospedaba a los peregrinos indigentes, y "daba todo a los demás, aunque él quizá, se quedase más pobre que ellos".

Además vendía todos los regalos que le hacían para dar el dinero a los pobres e invitaba a los ricos a sostener a las religiosas de clausura, en vez de gastar el dinero en cosas superfluas.

"En el alma de nuestro Beato –continuó el Cardenal Amato-, también ardía la del fuego sagrado de la caridad, que se alimenta socorriendo a los pobres, enfermos, marginados, y quienes sufren".

"Las gracias de curación obtenidas por la intercesión del P. Cristóbal fueron numerosísimas tanto en vida como después de la muerte", añadió.

"Era como un árbol que no solamente daba frutos maduros, sino que se deshacía de las hojas y las ramas para hacer leña". El Beato Cristóbal nos enseña que "solo a través del monte de la humildad se puede llegar al valle de la caridad", subrayó.

"Cuando la gente lo veía caminar por las calles de Córdoba para ayudar a los pobres, los enfermos, y los niños todas decían: Ahí va el Santo", recordó el Purpurado.

El milagro de curación de Alicia y su bebé

Benedicto XVI firmó a finales de 2012 el decreto que reconoce el milagro atribuido a la intercesión del P. Cristóbal para su beatificación.

La historia ocurrió en 2002 cuando los médicos descubrieron que Alicia Sánchez, una joven cordobesa embarazada de 17 semanas, sufría una rotura prematura de membranas con pérdida de líquido amniótico.

El Martes Santo de ese mismo año fue internada en el Hospital Reina Sofía, donde le dijeron que perdería al niño.

Las religiosas del Hospital Jesús Nazareno de Córdoba conocieron el caso y rezaron a su fundador, el P. Cristóbal, a quien Alicia se encomendó.

Sin explicación científica, cinco días después la bolsa estaba restaurada y el líquido amniótico regenerado, fue dada de alta el Sábado Santo. Su hijo nació más tarde totalmente sano.