El cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Antonio María Rouco Varela, desveló este viernes que su sueldo asciende a 1.160 euros al mes, "como el de todos los obispos españoles".

"Un sacerdote, depende de las Diócesis, se mueve entre los 800 y los 900 euros, no sé si en algunas con muchos años de servicio pueden llegar a los 1.000 euros", explicó en declaraciones a ABC Punto Radio recogidas por Europa Press.

El presidente de la Conferencia Episcopal Española eludió hacer conjeturas sobre el motivo o el objetivo que ha llevado al PSOE a pedir que la Iglesia pague el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) en los lugares no destinados al culto religioso aunque, en todo caso, ha apuntado a "un desconocimiento de la realidad".

"No sé por qué sale esta campaña ni quiero hacer conjeturas. No creo que todo el PSOE piense así", señaló el arzobispo, que se ha mostrado convencido de que este tiempo de iniciativas en contra de la Iglesia "no da votos".

Rouco Varela recordó que la Iglesia vive la crisis "desde hace años, en 2007 o 2008", pero que antes también "tenía muchas necesidades que atender" y ha puesto en valor la labor que desarrolla Cáritas atendiendo a las personas que más lo necesitan, algo que se hace "muchas veces con más de lo que se tiene y se puede".

En cuanto a la situación económica actual, la achacó a "un vacío de ideas, de ideales, de futuro y de sentido para la vida". Pero además, ha apuntado como "otro factor claro", el hundimiento demográfico en Europa: ya tiene consecuencias y las tendrá mayores.

Finalmente, preguntado por la absolución de Javier Krahe de un delito contra los sentimientos religiosos por el vídeo en el que cocinaba un crucifijo, monseñor Rouco Varela se limitó a recordar que en la vida de los cristianos, "si te dan en una mejilla, pon la otra".

"Amar al enemigo es el cúlmen de la expresión del amor cristiano, aunque cuesta muchísimo. Otra cosa es el orden del derecho y de la vida civil, creo que el derecho de la libertad religiosa debe ser protegido eficazmente y las ofensas a la fe reconocidas en el ordenamiento jurídico no deben ser aceptadas, porque se crea una cultura de la facilidad de la ofensa. Los derechos fundamentales son como un racimo de cerezas, se tira de una y se viene todo el racimo abajo", explicó.