En su discurso con ocasión de la visita que le realizó esta mañana el presidente de Italia, Giorgio Napolitano, el Papa Francisco destacó la contribución de los católicos a la construcción de la sociedad italiana, y aseguró que "es un deber de todos defender la libertad religiosa y promoverla para todos".

El Santo Padre subrayó que en la tutela compartida del "bien moral" de la libertad religiosa "se encuentra una garantía de crecimiento y de desarrollo de la entera comunidad".

"En el mundo de hoy la libertad religiosa es más afirmada que realizada. En efecto, esta libertad está obligada a sufrir amenazas de diversos tipos y con frecuencia es violada. Los graves ultrajes infligidos a este derecho primario son fuente de seria preocupación y deben ver la concorde reacción de los países del mundo en el reafirmar, contra todo atentado, la intangible dignidad de la persona humana".

Francisco destacó que "en Italia la colaboración entre el Estado y la Iglesia, dirigida siempre al interés del pueblo y de la sociedad, se realiza en la relación cotidiana entre las instancias civiles y las de la comunidad católica, representada por los Obispos y sus organismos, y de modo particular por el Obispo de Roma".

"De este modo, también esta primera visita del Presidente al Papa, después de su participación en la Misa por el inicio del Ministerio petrino, puede expresarse eficazmente con la imagen de las dos colinas; la del Quirinal y la del Vaticano, que se miran con estima y simpatía".

El Santo Padre también reflexionó sobre la crisis global y profunda, tanto en lo económico y social, que también afecta a Italia, y señaló que "ciertamente en este contexto no fácil, es fundamental garantizar y desarrollar la estructura global de las instituciones democráticas, a las cuales en los decenios transcurridos han contribuido de modo determinante, leal y creativo los católicos italianos".

"En un momento de crisis como el actual es urgente que pueda crecer, sobre todo entre los jóvenes, una nueva consideración del empeño político, y que creyentes y no creyentes colaboren juntos en la promoción de una sociedad en la que las injusticias puedan ser superadas y toda persona sea acogida y pueda contribuir al bien común según su propia dignidad y poniendo a disposición sus propias capacidades".

Al despedirse del presidente italiano, el Papa le renovó su agradecimiento "por este encuentro tan agradable. Y me alegra aprovechar esta ocasión para expresarle mi reconocimiento, a Usted y a todos los italianos por el afecto caluroso con que me han recibido tras mi elección: ¡me han hecho sentir nuevamente en mi casa!".

"¡Ojalá que Italia pueda ser siempre una casa acogedora para todos! Por esto aseguro mi oración, mientras de verdadero corazón lo bendigo a Usted y a sus seres queridos, así como a cuantos están al servicio de la cosa pública y al entero pueblo italiano".

El presidente de Italia le regaló al Papa un grabado en cobre, de autor anónimo y del siglo 19 titulado "Llegada de Nuestro Señor Pío IX al Palacio Pontificio del Quirinal", junto a algunos volúmenes de la Enciclopedia Treccani.

Por su parte, el Santo Padre le donó al mandatario italiano un tríptico de monedas de la Sede Vacante y medallas para los miembros del séquito presidencial.