San Pablo les decía a sus discípulos acordate de Jesucristo, acordate de Jesucristo crucificado. Cuando un consagrado, sacerdote, se olvida de Cristo crucificado, pobrecito, cayó en un pecado muy feo, un pecado que le da asco a Dios, que lo hace vomitar a Dios, el pecado de la tibieza. Queridos sacerdotes, hermanos, hermanas cuiden de no caer en el pecado de la tibieza.
Y bueno qué otra cosa les puedo decir que les pueda dar mensaje de mi corazón a ustedes. Que nunca se alejen de Jesús. Esto quiere decir que nunca dejen de orar. Padre pero a veces es tan aburrido orar, uno se cansa, se duerme. Dormite delante del Señor, es una manera de rezar, pero quédate ahí delante del señor. Quédate ahí, no dejes la oración.
Si un consagrado deja la oración, el alma se seca, como esos higos ya secos, son feos, tienen una apariencia fea. El alma de una religiosa, de un religioso, de un sacerdote que no reza es un alma fea. Perdón pero es así. Les dejo esta pregunta: ¿Yo le quito tiempo al sueño, le quito tiempo a la radio, a la televisión, a las revistas para rezar? ¿O prefiero lo otro? Ponerse delante de aquel que empezó la obra y que la está terminando en cada uno de ustedes. La oración.
Una última cosa que les quisiera decir, antes de decirles otra, es que todo el que se dejó elegir por Jesús es para servir, para servir al pueblo de Dios, para servir a los más pobres, los más descartados, los más sufrientes, para servir a los niños y ancianos, para servir también a la gente que no es consciente de la soberbia y del pecado que lleva adentro, para servir a Jesús. Dejarse elegir por Jesús es dejarse elegir para servir, no para hacerse servir. Hace un año más o menos hubo un encuentro de sacerdotes, las monjas se salvan. Y durante esos ejercicios espirituales cada día había un turno de sacerdotes que tenía que servir a la mesa. Algunos de ellos se quejaron. No, nosotros tenemos que ser servidos, nosotros pagamos, podemos pagar para que nos sirvan. Por favor nunca eso en la Iglesia. Servir, no servirse de.