El sacerdote colombiano Pedro Acosta Roso da asistencia a los internos de Casal del Marmo, la prisión juvenil en la que el Papa Francisco presidió la Misa de la Cena del Señor en Jueves Santo y donde lavó los pies de doce jóvenes.

En declaraciones a ACI Prensa, el sacerdote aseguró que la visita del Papa llevó paz a la prisión y espera que "sea para estos jóvenes un recuerdo significativo, fuerte y que en los momentos de dificultad les ayude a hacer el discernimiento necesario para escoger el bien".

El Padre Acosta fue uno de los concelebrantes de la Eucaristía que presidió el Papa y evocó los intensos momentos que se vivieron ese día.

El sacerdote colombiano nació en Sabana de Bogotá y lleva más de 30 años en Roma. Es miembro del Consejo General de la Congregación de los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores y acompaña al P. Gaetano Greco, capellán de Casal del Marmo, en su labor al servicio de los jóvenes en conflicto con la ley o en riesgo de delincuencia.

El Padre Acosta conoce bien a los doce detenidos a los que el Papa Francisco lavó y besó los pies durante el ritual del lavatorio de pies que caracteriza a la Misa de Jueves Santo.

 "Fue una alegría recibir al primer Papa latino, argentino, de los nuestros como se dice comúnmente. Y con él se subraya la universalidad de la Iglesia, porque el Papa no tiene que ser de una nación en particular", refirió.

"Como latino, celebrar la Misa de Jueves Santo con el Papa fue extraordinario,  desde el momento de la elección fue una alegría, porque quiere decir que la Iglesia está viva. A veces parece que en Europa parece que está muriendo, que solo van los ancianos a Misa, que los jóvenes casi no se acercan, que estamos en crisis, se cierran los templos… pero si miramos a Oriente y Occidente, vemos que la Iglesia está viva, sufre, pero está viva", añadió.

A los jóvenes con quienes trabaja el P. Acosta se les imputa por robo, agresión contra las personas y la propiedad, uso y comercio de drogas, e incluso homicidio. Pero el P. Acosta asegura que la caridad puede nacer de la tierra seca si se riega con cariño.

En este sentido recordó una anécdota durante el lavatorio. Uno de los presos después de ser besado y lavado por el Papa, dejó a un lado sus zapatos y sus medias para correr ayudar al Papa a alzarse, que a causa de la edad se encontraba en dificultad.

"Fue un reflejo caritativo del muchacho, dejar lo suyo para ayudar al Papa", explicó emocionado.

El P. Acosta explica que con solo una semana de preparación el ambiente era un poco tenso en la cárcel, pero finalmente, cuando el Papa llegó, "su sola presencia creó un ambiente de serenidad, de paz, y el tiempo se paró".

"La expectación era muy grande ¿Por qué el Papa ha escogido esta casa, porqué el Papa ha querido lavarle los pies a estos jóvenes, porqué el Papa con pocas palabras pero con signos que les salen del corazón nos ha escogido?", se preguntaban todos.

Sobre las dos jóvenes que participaron en el lavatorio de pies, el P. Acosta explicó que fueron las mismas chicas quienes solicitaron al P. Gaetano participar en el lavatorio. El sacerdote hizo la petición y el Vaticano dio su consentimiento.

Esta experiencia "de manera particular ha tocado el corazón femenino, y las chicas los manifestaron con la alegría, las lágrimas, la sonrisa y la esperanza", señaló el P. Acosta.

"Jesús hablaba a todos, ancianos, jóvenes y niños, y de esta realidad formó la Iglesia. Es decir, el pueblo de Dios está constituido por hombres y mujeres. También las mujeres tienen necesidad, entonces esa es la idea de que estuviera representado el pueblo de Dios esa parte de la comunidad cristiana, esa parte de la sociedad", consideró.

El sacerdote recordó que este rito no es un sacramento, sino "simplemente un recuerdo", y esta "fue una experiencia que ha tocado el corazón de todos". Los presos han dicho que el Papa "es muy bueno, una persona que transmite paz, y con el gesto habla más que con el discurso", concluyó.

ACI Prensa entrevistó al P. Acosta en la Casa General de la Congregación de los Capuchinos Terciarios de la Dolorosa, también conocidos como Amigonianos, en honor al apellido de su fundador, el español Luis Amigo.

La comunidad está formada por 400 miembros y está formada por religiosos, religiosas y laicos presentes en toda América Latina, España, Italia, Filipinas, Alemania y Polonia.