En mensaje a Congreso, el Papa invita a una recta lectura del Concilio Vaticano II

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En un mensaje especial enviado por la Santa Sede a los participantes del Congreso “Concilio Vaticano II: Perspectivas para el Tercer Milenio”, el Papa Benedicto XVI renovó su llamado a impulsar una correcta interpretación del Concilio para poner en práctica sus numerosos frutos.

En el mensaje enviado a nombre del Pontífice por el Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado, Su Santidad Benedicto XVI saludó cordialmente a los cerca de 800 participantes reunidos en el Teatro Auditórium “Antonio Raimondi” de la Ciudad de Lima; y auguró “que los trabajos de su encuentro ayuden a profundizar en el mensaje conciliar para que produzca frutos abundantes de renovación y de santidad en la Iglesia”.

“Al dar gracias a Dios por el don del Concilio –sigue el mensaje papal–, el acontecimiento eclesial mas importante del Siglo XX debemos encontrar en el la fuente de una autentica renovación que permita hacer frente a los desafíos que se presentan a la Iglesia y a la humanidad en el Tercer Milenio”.

El mensaje firmado por el Cardenal Sodano recordó que “es necesario estar guiados por una hermenéutica correcta en su interpretación y con la convicción, afirmada por el mismo Concilio de que toda renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de fidelidad a su vocación”.

“Con estos vivos deseos, y mientras invoca por la materna intercesión de la Virgen Maria, Madre de la Iglesia, abundantes dones divinos sobre los participantes en ese Congreso, el Santo Padre les imparte con afecto la implorada bendición apostólica”.

La jornada, que con concluyó el domingo 22; contó con la presencia de destacados ponentes y expositores, como el Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima y Primado del Perú; el Arzobispo Alcides Mendoza Castro, que fue el obispo más joven en participar en el Concilio; el Obispo de Jundiaí (Brasil), Mons. Amaury Castanho; el Fundador y Superior General del Sodalitium Christianae Vitae, Luis Fernando Figari; el chileno Pedro Morandé, miembro de la Academia Pontificia para las Ciencias Sociales; y el argentino Vicente Espeche Gil, miembro del Pontificio Consejo para los Laicos y ex Embajador de Argentina ante la Santa Sede.

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Durante la segunda jornada de trabajo participaron los Obispos Auxiliares de Lima, Mons. José Antonio Eguren Anselmi, Mons. Adriano Pacífico Tomassi y el editor político del diario “El Comercio” Juan Paredes Castro.

La Liturgia

Los aportes ofrecidos por la Sacrosanctum Concilium son magníficos, y la renovación eclesial producida por este documento conciliar ha sido inmensa. Sin embargo, hay que reconocer que después del Concilio, junto con las cosas buenas que se logró en el campo litúrgico, se fue dando una gran confusión que se plasmó en una serie de abusos, deformaciones y experimentos negativos que no respondían para nada a las indicaciones conciliares", dijo Mons. Eguren durante su intervención.

El Prelado advirtió sin embargo que “todo esto se produce por el abandono de las orientaciones del Concilio en general, y de la Sacrosanctum Concilium en particular. La realidad crítica que se constata en algunos ambientes –a Dios gracias no muy extendida– es producida, no por el Concilio, sino precisamente por su desconocimiento o su rechazo”.

La solución a estas anomalías –aseguró– está justamente en la aplicación del Concilio. Aparece ante todos nosotros una tarea urgente y muy necesaria: conocer el Concilio para aplicarlo. Lo cual –dicho sea de paso– nos invita a un examen de conciencia sobre este punto particular: ¿Cuánto conozco el Concilio? ¿Contribuyo a la difusión de las enseñanzas conciliares, o más bien con mi desconocimiento impido su aplicación?”

“Tenemos, pues, una tarea muy concreta: conocer y aplicar el Concilio, moldeando nuestra experiencia litúrgica según las orientaciones de la Constitución Sacrosanctum Concilium. Que la Santísima Virgen María, que por la obediencia y el amor a Dios hizo de toda su vida una liturgia continua, nos ayude en nuestro caminar hacia el Señor Jesús, su Hijo, y nos enseñe a ser fieles como Ella lo fue”, concluyó Mons. Eguren.

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El Apostolado Laical

Por su parte, Vicente Espeche, al hablar sobre el apostolado de los laicos y el documento Apostolicam Actuositatem, señaló que “en el marco de tiempo que va desde el Concilio hasta el jubileo del fin del milenio, el mundo experimentó profundas transformaciones es así que Juan Pablo II publicó diversos documentos que nos muestran un afán permanente de la Iglesia por acompañar solidariamente la difícil historia de los hombres. Documentos en los cuales se va consolidando la conciencia de que quiénes tienen que ocuparse prioritariamente y como responsabilidad indelegable de la marcha de la humanidad son los Christifideles laici, los fieles laicos”.

Espeche recordó que “América representa cera del 50% de la población católica del mundo y allí pastorea más de un tercio de los obispos católicos del orbe. Pero hay una falta de conciencia de los que es un laico y si se les preguntara por su práctica sacramental tal vez no se llegaría al 10%”.

“Ya Pío XII sostenía que los laicos no pertenecen a la Iglesia sino que son Iglesia. Todo esto supone que hagamos reverdecer nuestra conciencia laical, lo que guarda relación con nuestro sentido de pertenencia, con nuestra conciencia de identidad de Christifideles laici de la Iglesia en el mundo, agregó.

El campo propio de nuestra actividad evangelizadora es el ‘dilatado y complejo mundo de la política, de la realidad social, de la economía: así como también de la cultura, de las ciencias y de las artes y de muchas otras realidades abiertas a la evangelización”, señaló el diplomático argentino, citando la Evangelii Nuntiandi.

“El Concilio piensa en los laicos para restaurar, impregnar, perfeccionar, reestablecer, dirigir, ordenar, consagrar, anunciar y denunciar, servir el orden temporal, el mundo y la historia”.

“La tarea que como laicos tenemos por delante es tan grande y compleja que fácilmente podríamos caer en el desánimo, pero no debemos olvidar que tenemos la fuente donde se encuentra su remedio y consuelo a la tristeza, el pesimismo y la desesperación que abunda en nuestro tiempo. Nuestra vocación es una vocación a la felicidad suprema, el Evangelio que estamos llamados a encarnar en nuestra vida diaria y a testimoniar con nuestras obras y palabras es un mensaje de alegría”, concluyó.

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