10 hermosas amistades de santos en la historia de la Iglesia

San Francisco y Santa Clara de Asís - San Juan Pablo II y Santa Teresa de Calcuta San Francisco y Santa Clara de Asís - San Juan Pablo II y Santa Teresa de Calcuta | Crédito: José Benlliure y Gil (Dominio Público) - Vatican Media

A poco de celebrar San Valentín, te presentamos 10 hermosas amistades de santos que descubrieron ese tesoro y dieron testimonio al mundo de que se puede alcanzar una amistad bella, fructífera y fundada en el Señor.

Un amigo fiel “no tiene precio, no hay manera de estimar su valor” y “es un bálsamo de vida, que encuentran los que temen al Señor”, señala la Biblia en el capítulo seis del libro del Eclesiástico.

1. San Francisco y Santa Clara de Asís

La amistad de estos dos santos italianos es una de las más famosas dentro de la Iglesia Católica.

Cuando San Francisco de Asís conoció a Santa Clara, tomó la decisión de “quitar del mundo malvado tan precioso botín para enriquecer con él a su divino Maestro”.

En 1212, la joven huyó de su casa para consagrarse a Dios en la iglesia de San Damián y prometió obedecer a Francisco en todo.

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Luego, la santa fundó la Orden de las clarisas y se dedicó a cuidar de los enfermos que Francisco le enviaba. En 1225, Santa Clara atendió a su amigo San Francisco, quien sufría por los estigmas y cuya salud se había debilitado.

Antes de morir en 1226, San Francisco le envió un mensaje de consuelo a Santa Clara para que no se desanimara ante su partida a la Casa del Padre.

2. San Juan Pablo II y Santa Teresa de Calcuta

La amistad entre San Juan Pablo II, el Papa polaco, y Santa Teresa de Calcuta, religiosa y fundadora albanesa de las Misioneras de la Caridad, es una de las que más ha conmovido a los fieles en años recientes.

Su cercanía y afecto era tan grande que San Juan Pablo II solía llamarla a la religiosa “Mi madre”.

El llamado “Papa peregrino” desarrolló su vocación religiosa en medio de la Segunda Guerra Mundial y durante la dictadura comunista, mientras que ella profundizó su llamado de atender a los más pobres de entre los pobres en Calcuta, una de las zonas más necesitadas de la India.

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Santa Teresa de Calcuta visitó varias veces a su amigo Pontífice en el Vaticano, y en 1986 el Santo Padre viajó a la India, donde conoció el hospicio “Nirmal Hriday” (Sagrado Corazón), que su amiga santa fundó.

La religiosa dijo que ese fue “el día más feliz” de su vida.

3. San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac

Estos santos franceses tenían en común que la caridad era el centro de su vida.

San Vicente de Paúl sintió el llamado de servir a los pobres a los 36 años. Decidió fundar la Congregación de la Misión, conocidos como vicentinos o vicencianos, para evangelizar a los más necesitados y trabajar en la formación del clero.

Años más tarde, el santo conoció a Santa Luisa de Marillac, una valiente y decidida viuda que se consagró a Dios y a la que San Vicente impartió formación espiritual.

Santa Luisa apoyó a su amigo por 30 años coordinando grupos de oración y de caridad femeninos que el santo fundó. En 1633,  juntos fundaron la Compañía de las Hijas de la Caridad, conocidas como hermanas vicentinas.

4. Santa Teresita del Niño Jesús y Santa Elisabeth de la Trinidad

Santa Teresita de Lisieux y Santa Elisabeth de la Trinidad fueron dos religiosas carmelitas francesas cuya amistad se basó en su profunda vida espiritual.

Se conocieron en el Convento del Carmelo de Dijon, ubicado en el este de Francia. Santa Elizabeth, llamada la “hermana espiritual” de Santa Teresita, escribió diversos libros sobre la Santísima Trinidad.

Las dos santas religiosas deseaban con fervor poder llegar al Cielo y estar junto a su amado Jesús. Ellas murieron antes de cumplir los 30 años. Santa Teresa de Lisieux falleció en 1897, y su amiga nueve años después.

5. Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres

Estos son los dos santos más importantes del Perú, y destacan por su testimonio de humildad y entrega a los más necesitados.

Dice la tradición que ambos fueron bautizados en la iglesia de San Sebastián, con dos años de diferencia, y recibieron el sacramento de la Confirmación de manos de Santo Toribio de Mogrovejo, el segundo Arzobispo de Lima.

Ambos pertenecieron a la Orden de los dominicos. Santa Rosa de Lima fue una terciaria -es decir, laica que vestía hábito y llevaba una vida consagrada a Dios en su casa-, mientras que San Martín de Porres fue un hermano lego.

Ambos vivían en Lima, capital del Virreinato del Perú, y fue en la iglesia de la Virgen del Rosario donde profundizaron su amistad mientras atendían a enfermos pobres y esclavos.

6. San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier

Estos dos santos españoles se conocieron en la Universidad de La Sorbona, en París (Francia). San Ignacio de Loyola tenía unos 33 años cuando su discípulo San Pedro Fabro le presentó a San Francisco Javier.

Al principio, San Francisco consideraba a San Ignacio un antipático, porque este siempre le repetía la frase de Cristo: “¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?".

Poco a poco el joven dejó a un lado su vanidad e hizo los ejercicios espirituales creados por San Ignacio, el fundador de la Compañía de Jesús (jesuitas).

En 1540 el Papa Pablo III aprobó la creación de la Orden de los jesuitas y San Ignacio fue elegido como su primer Superior General, mientras que San Francisco Javier partió como misionero a la India y Japón.

7. Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz

Teresa era una joven soñadora y decidida cuando hizo sus votos en el Carmelo con 21 años en 1536. Allí se dio cuenta de que las religiosas carmelitas en España y otros lugares habían decaído y se habían convertido en una especie de centro social para todos los que deseaban una vida fácil y relajada.

Cuando la santa empezó a fundar nuevos conventos carmelitas, conoció a San Juan de la Cruz, un joven fraile. Tras entrevistarse con él, lo invitó a formar parte de la reforma del Carmelo para revitalizar el carisma original de pobreza y oración.

Estos amigos también escribieron hermosos poemas que están basados en sus pruebas y gozos espirituales. El más famoso de Santa Teresa de Ávila es “Nada te turbe” y el de San Juan de la Cruz es “La noche oscura del alma”.

8. San Juan Bosco y Santo Domingo Savio

Tras ser ordenado sacerdote en 1841, San Juan Bosco inició un oratorio donde reunía a cientos de jóvenes para formarlos.

En ese entonces, un presbítero le presentó a un niño llamado Domingo. El santo quedó impresionado por la vida espiritual y la alegría del chico. Por ello, decidió acogerlo y se convirtió en su guía espiritual.

Su relación de amistad era cercana. Una noche, Don Bosco encontró a Santo Domingo Savio temblando de frío en su cama y cubierto solo con una sábana.

Ante la preocupación de San Juan Bosco, su pequeño amigo santo lo tomó con humor y le dijo en tono de broma: “Nuestro Señor no cogió ninguna pulmonía en el establo de Belén”.

El pequeño Santo Domingo falleció en 1857. Dos años después, San Juan Bosco fundó a los salesianos junto con un grupo de jóvenes.

9. San Cornelio y San Cipriano

El Papa San Cornelio y San Cipriano, entonces Obispo de Cartago, dieron testimonio de su fe como mártires ante la persecución que sufrieron por parte del Imperio Romano.

San Cornelio fue el vigésimo primer Papa y afrontó con firmeza al sacerdote Novaciano, quien por ese entonces proclamaba la herejía de que la Iglesia Católica no tenía el poder para perdonar los pecados.

El santo Pontífice lo enfrentó y fue respaldado en este debate por su amigo San Cipriano.

San Cornelio fue enviado al destierro y murió decapitado en 253. Cinco años después, San Cipriano fue martirizado de la misma forma que su amigo.

10. Santa Felicidad y Santa Perpetua

Santa Perpetua era una joven madre de 22 años proveniente de una familia rica, y Santa Felicidad era su esclava. Ambas fueron arrestadas y encarceladas por ser cristianas.

En prisión, los cristianos ayudaron a que Santa Perpetua pueda estar con su bebé durante los últimos días de su vida. Por su parte, Santa Felicidad dio a luz a una niña en la prisión.

Ambas santas recibieron la Comunión antes de ser arrojadas a una vaca salvaje y morir decapitadas en el año 203.

Tras la muerte de las santas, los cristianos se encargaron de criar a la hija de Santa Felicidad, y los familiares de Santa Perpetua se encargaron de la educación de su bebé.

Esta noticia se publicó originalmente el 4 de octubre de 2017.

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