23 de abril de 2006 / 07:13 AM
Ante miles de peregrinos llegados de todo el mundo y reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI rezó el Regina Caeli, y recordó, este Domingo de la Divina Misericordia, el Pontificado de su predecesor, cuyo centro fue el misterio del amor misericordioso de Dios.
Refiriéndose al Evangelio del día el Santo Padre hizo notar como “desde el inicio la comunidad cristiana comenzó a vivir un ritmo semanal, que nacía del encuentro con el Señor resucitado”.
Reflexionando sobre las apariciones de Cristo, el Pontífice dijo que en estás “mostró a los discípulos los signos de la crucifixión, bien visibles y tangibles también en su cuerpo glorioso. Aquellas sagradas heridas, en las manos, en los pies y en el costado, son fuente inacabable de fe, de esperanza y de amor al que cada uno puede llegar, especialmente las almas más sedientas de la divina misericordia”.